• 01/10/2023 00:00

La esclavitud del siglo XXI

El ciudadano ha perdido la iniciativa, no le interesa lo que hacen los gobernantes [...]

Según organismos internacionales, en el mundo se viene generado un nuevo tipo de esclavitud que crece rápida y descontroladamente en diversas regiones del planeta, y que se expresa con toda su crudeza en el fenómeno de la inmigración irregular, cuya causa fundamental es la desesperación de quienes no encuentran en sus países oportunidades para vivir decentemente o ven amenazada su existencia por sus creencias políticas religiosas o su orientación sexual y que además, se convierte en caldo de cultivo para delitos tan deleznables como el narcotráfico, la trata de seres humanos, el tráfico de órganos y el comercio sexual. Es cierto, es una categoría, pero hay otro tipo de esclavitud moderna que, en mucho más abarcadora y que, si profundizamos, es probablemente la causa de migración y sus secuelas además, de otros muchos males.

Me refiero a la esclavitud de la autoestima, que afecta a todas las sociedades y en todos los regímenes. La característica política de lo que va del siglo XXI es el clientelismo y el paternalismo, desde los Estados Unidos hasta China, pasando por todas las tendencias, el clientelismo, el paternalismo y el populismo se ha adueñado de las sociedades; primero se adueñó de los partidos políticos, luego de los gobiernos y hoy de los pueblos.

Los tres últimos gobiernos que hemos tenido en Panamá han sido el epítome de este modelo, que acaba con la iniciativa personal y con la autoestima, convirtiendo al ciudadano en una mercancía, por la cual el político paga con fondos públicos o de dudosa procedencia.

Cuando a un líder se le señala que su partido está perdiendo el sentido democrático, la defensa es que “hoy tenemos más diputados, alcaldes y representantes que antes”, como si eso justificara la democracia. Pero nadie pregunta por la calidad de esos funcionarios, por sus antecedentes, por la forma como obtuvo su patrimonio, por las ejecutorias en sus cargos. Simplemente, se suma, nunca de califica.

Los gobiernos no se interesan en modernizar la educación, en fomentar los hábitos saludables de vida, por preservar el medio ambiente, por eliminar la ineficiencia de la administración, por erradicar la corrupción. Por el contrario, mantienen la obsolescencia académica, porque un pueblo ignorante es un pueblo manipulable, nos llenan de hospitales, mientras no existen políticas de promoción de la alimentación saludable y del ejercicio, porque en esos contratos hay coimas, mantienen la burocracia ineficiente porque así generan más cargos públicos que manejan como cuotas electorales, alientan la corrupción porque es la fuente de financiamiento de sus partidos y de sus intereses personales y obviamente obstruyen la administración de justicia para asegurar su impunidad.

El ciudadano ha perdido la iniciativa, no le interesa lo que hacen los gobernantes, siempre que haya un “nombramiento” para un miembro de la familia, que haya una beca, un saco de cemento o un jamón. Los líderes gremiales se desbocan a sentarse en cuanta mesa de diálogo se inventa, aunque sepan que son mecanismos conocidos de dilación a la solución de los problemas. Nadie se preocupa por lo que pasará mañana, a nadie se le ocurre renunciar cuando se le descubre una actuación reprochable, hoy hacen descaradamente lo que ayer rechazaban vehementemente y así podemos seguir mencionando decenas de situaciones.

¿Qué líder político denuncia esto?, ¿quién le dice al pueblo la cruda verdad en su cara?, ¿quién propone algo distinto?, ninguno, todos siguen el mismo libreto populista, todos denuncian los problemas, pero ninguno la causa de los problemas, incluso descaradamente proponen el paternalismo como política de Estado, porque es la mejor manera de conseguir votos.

Estamos creando una sociedad indolente, ignorante y corrupta, que va a elegir indolentes, ignorantes y corruptos. Esa es la esencia de la esclavitud del siglo XXI.

Abogado
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