• 04/08/2023 00:00

La guaricha

“No más individuos fallidos, por nuestro futuro. Hay que volver a encender la guaricha, por el bien de todos”

La familia es la base del hogar, y el hogar es la primera escuela, para bien o para mal. Los miembros más jóvenes de un grupo familiar aprenderán, inevitablemente, los hábitos que reconozcan como cotidianos en su entorno. Cotidiano no significa bueno o malo. Aquel evento que se vuelve cotidiano pasa a través del tamiz del pensamiento crítico, inhibiendo sentimientos personales al respecto, y transformándolo en algo casi reflejo, instintivo.

En el caso de que los niños experimenten con frecuencia un entorno de buenos modales, valores e integridad familiar, las probabilidades de que traten de crear entornos similares a ese en donde crecieron, una vez sea su turno, son altas. Del mismo modo, pero en un extremo distante, si lo que vieron esos niños fue violencia, desintegración y clientelismo como eventos cotidianos, la probabilidad de que crezcan para ser elementos negativos para la sociedad es muy elevada.

Para romper el ciclo, cada vez más frecuente, de la desintegración familiar deben suceder eventos importantes y extraordinarios. Hemos sufrido un ataque sistemático al núcleo de la sociedad. Los valores sociales se han invertido, produciendo individuos fallidos.

Ya hemos escuchado de sistemas fallidos, Estados fallidos, pero eso se debe precisamente a la gran cantidad de individuos fallidos que forman parte de nuestra realidad social. Mientras que la sociedad la forman conjuntos de personas que comparten convicciones y cultura similares, estos individuos fallidos reflejan el espíritu de la confusión que vivimos actualmente. Son el producto de décadas de flexibilización de normas y permisividad con las que aquellos en poder han sabido mantener a una población bajo control.

Una sociedad unida tiene metas claras y definidas. No es posible sobornar a un grupo así. Por ello, haciendo un poquito de historia podemos notar la tarea que han desempeñado los Gobiernos por décadas. Si bien hemos cambiado de gobernantes, ¿hemos acaso cambiado de rumbo?

Los partidos políticos han respondido a un solo ideal: sus intereses. Venden la imagen de lucha interna, y de oposición al sistema de turno, tan solo para asegurar su retorno al puesto de poder, en una sucesión de colores y banderas que nos lleva cada cinco años al mismo punto de partida, y promete el mismo final siempre. Es la rueda del poder. Jamás cambiará nada, a menos que cambiemos a los participantes.

Si ponemos algo de atención, podemos señalar a los de siempre muy fácilmente.

¿Cree usted, amigo lector, que con la alternancia de partidos cambia alguna cosa? Le aseguro que no. Y tengo pruebas.

Mi querido pueblo tiene muchas cosas buenas. También tiene cosas malas, pero he aprendido a sumar y veo que lo positivo supera a lo negativo. Eso es ganancia. Me lleva a preguntarme, ¿por qué vemos solo bosquejos de un pasado de crecimiento y progreso? ¿Cuándo dejamos de avanzar, teniendo de todo para hacerlo?

Con esa interrogante en la mente, hice un poco de memoria histórica, para ver en manos de quién hemos estado, al menos desde hace cuatro décadas. Me pareció un período adecuado, pues es lo que conocemos como “dos generaciones”. En 40 años, dos grupos de personas distintas nacieron y llegaron a su mayoría de edad, en el mismo lugar, pero en condiciones diferentes. También me resultó interesante el hecho de que esos 40 años alcanzaban para tocar una época nacional tan oscura como la dictadura militar.

Mi pueblo siempre fue una “guaricha” que iluminaba la noche larga del olvido y la desigualdad para los pueblos interioranos. Siempre hubo el acuerdo de los ciudadanos para “echar pa'lante” sin importar diferencias individuales. Grandes personajes, que hicieron grande la región. Pero, de pronto, todo se detuvo. Fuimos de ser pioneros en desarrollos sociales, implementando técnicas avanzadas para la época, como fue la construcción de nuestro icónico tanque de reserva de agua, al no poder terminar la remodelación de un estadio de béisbol. Si bien el tanque de agua data de los años 50, es una muestra de hacia donde íbamos, y adonde hemos venido a parar.

La guaricha se apagó. ¿Qué pasó?

En 40 años los destinos políticos de mi pueblo, que se deciden en el hemiciclo, han estado en manos de tres grupos familiares. Cual herencia democrática, han tomado las riendas de nuestra realidad, por 40 años. En esas cuatro décadas, no sólo no hemos visto cambios significativos en beneficio de la población, sino que tampoco se ve un acercamiento al ideal de progreso que una vez definía la región.

Cual niños en una familia disfuncional, hemos normalizado la cotidiana inacción por parte de nuestros funcionarios de elección, y permitimos el abuso de autoridades, mientras nos rasgamos las vestiduras en las redes sociales. No hacemos nada. Lo único que ha mejorado en estos 40 años en mi pueblo es la situación económica de los que han estado en el poder.

Mientras tanto, seguimos sin una nueva potabilizadora, sin calles buenas, sin caminos de penetración, sin un alcantarillado que funcione, sin leyes que protejan ni ordenen lo que hay.

Seguro se puede hacer el mismo ejercicio de memoria a nivel nacional. Seguro, las conclusiones serán las mismas. La pregunta es, ¿seguiremos eligiendo a los mismos?

No más individuos fallidos, por nuestro futuro. Hay que volver a encender la guaricha, por el bien de todos.

Dios nos guíe.

Ingeniero
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