• 28/01/2015 01:01

‘Habíanos…’

No es el único ejemplo. Se hace cada vez más común esa práctica de manejo verbal que al parecer tiene sus raíces en el área rural

Los dos personajes brindaban una entrevista en uno de los programas informativos de la televisión en horas de la mañana. A una de las preguntas, el informante explicó algunos datos y cada vez que aludía a su participación, decía ‘habíanos’, en lugar de utilizar correctamente la forma verbal haber en su conjugación de primera persona plural y en el pretérito imperfecto.

Escuchar a alguien que se expresa con esta incorrecta forma de conjugar el mencionado tiempo, extraña; sobre todo como en el caso del plural cuando el entrevistado manejaba la misma terminación. Así, ‘comíanos’, ‘usábanos’, ‘mencionábanos’ eran repetidos y hacían un ruido –de comunicación- a medida que exponía sus criterios en el informativo.

No es el único ejemplo. Se hace cada vez más común esa práctica de manejo verbal que al parecer tiene sus raíces en el área rural. Muchos profesionales que tienen ese origen, guardan tal costumbre y la llevan a la conversación cotidiana. En ocasiones, al corregir a quien equivocadamente ha dicho ‘habíanos’; se molesta y responde: ‘no, yo dije habíamos’.

El verbo haber es tremendamente conflictivo, sobre todo en su aplicación coloquial. ‘Hubieron muchos que se quejaron’, se insiste por parte de funcionarios y quienes concurren a los medios de comunicación. Estos hablantes tienden a complicarse con una manera de conjugar en el pretérito simple. Se debe decir ‘hubo’ y caso resuelto; no importa cuántos sean sujetos de la acción; ‘…hubo muchos que se quejaron’.

Otra moda de éxito es el empleo del imperativo del verbo dar, para responder a algún arreglo. Por ejemplo, cuando se llega a puntualizar una cita; la primera persona dice: ‘Nos encontraremos en el centro comercial a tal hora’ y su interlocutor muestra su aceptación y dice ‘dale’, en lugar de responder ‘de acuerdo’, el apócope ‘ofi’ (de oficial) o el anglicismo ‘ok’ que nos dejaron los estadounidenses en su larga permanencia en el país.

Sobre herramientas verbales, ya la Academia Española de la Lengua ha informado que durante el pasado año, la palabra de moda fue ‘selfi’, -del inglés self, uno mismo- expresión que se refiere a tomarse una foto con un equipo celular. Este aparatito tiene entre sus múltiples posibilidades, permitir a cualquier usuario hacer una instantánea y luego enviarla a un correo electrónico, al Facebook, al twitter y redes sociales.

Estas dos palabras que dan nombre a herramientas virtuales, han generado también sendos o varios verbos que definen al acto de mandar un material a través de ellas. Así se encuentra por ejemplo: ‘twittear’ y ‘facebuquear’ (esta última de uso en La Habana, Cuba). Supongo que pronto también ingresarán al registro semántico ‘instagramear’ ‘smartphonear’ o en la versión más castellanizada ‘esmarfonear’.

El habla popular incluye en su repertorio un grupo de frases que se repiten como lugares comunes. Además de aquella inventada por los periodistas de ‘en lo que es’, se han hecho popular ‘¡más bien!’, ‘nada que ver’ o ‘priti’ (del inglés pretty), que solo agregan un énfasis emotivo a cualquier declaración expresada, pues el idioma cuenta con un amplio acervo que puede ser utilizado sin problema.

Las diferencias entre el inglés y el español consisten fundamentalmente en que mientras el primero se basa sobre todo en el pragmatismo; nuestra lengua descansa en un proceso lingüístico que nace en el uso, pero se basa en reglas que impone un cuerpo colegiado. Los neologismos suelen surgir como consecuencia del desarrollo de la lengua, uno de los instrumentos que utiliza la comunidad para expresarse.

Alex Grijelmo dice que hay una lógica que orienta dicho surgimiento de nuevas voces. No se debe caer en la tentación de crear palabras como resultado de deformaciones de la sociedad en su cotidianidad. La tendencia debe ser enriquecer el idioma, no empobrecerlo con tales vicios.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO

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