• 02/11/2022 00:00

Hablemos de becas y apoyo económico

“[...] luego de muchos días llenos de esperanza, de ilusiones y angustias, lo llaman, el 15 de diciembre de 2002, para comunicarle que no había beca para él, que, si quería, le daban allí mismo un préstamo por lo solicitado [...]”

En las últimas semanas, uno de los temas predilectos de las discusiones públicas, ha sido la manera como familiares o personas muy cercanas, a diferentes actores de los desgobiernos de turno, se han beneficiado, cumpliendo o no, con los requerimientos, que dichas concesiones económicas demandan; por lo que me pareció justo dar a conocer una historia al respecto.

Viaja a realizar sus estudios de maestría, en el Departamento de Ciencias Marinas, del Recinto Universitario de Mayagüez, de la Universidad de Puerto Rico, a inicios de los 80. Contaba con unos siete mil dólares ahorrados. Lamentablemente para él, tan solo la matrícula del primer semestre, eran más de cuatro mil, por lo que, viéndose disminuido drásticamente en su capital, se dio a la tarea de ejercer como profesor de laboratorio de pregrado; con esto sus posibilidades aumentaron, aunque pasó el primer semestre dando clases de 7:00 a. m. a 12:00 m, y tomando clases de 1:00 a 5:00 p. m., en Mayagüez, pero dormía en La Parguera, Lajas, a 1:30 horas de viaje.

Como pudo se las arregló para sobrevivir económica y académicamente durante dos años, regresa a Panamá, procesa los datos de campo de su tesis y un año después regresa y culmina exitosamente su maestría, con un índice de 3.78/4.00.

En los 90, decide ir por su doctorado, con sus créditos toca muchas puertas, pero ninguna se abrió, para entonces estaba casado, lo que implicaba más responsabilidades. En la Universidad de Panamá, la oficina Unipan-BID, saca becas doctorales a concurso, participa y como era de esperarse, se gana una beca, lo llaman a la naciente Vicerrectoría de Investigación, donde mientras le mostraban sus papeles de concurso, la profesora Deyanira de Barnett le notificaba que se ganó la beca, pero que la Universidad había decidido que estudiar Biología Marina no era importante para el país, cerrando cualquier posibilidad a unas becas que, finalmente, se perdieron, por no contar con candidatos adecuados.

Como pudo, y sin que sus enemigos se enteraran, participó y se ganó una beca Pratt, de la OEA, que pagaba los gastos académicos, pero solo parcialmente los de mantenimiento, regresa a Puerto Rico y, en solo dos años, culmina con todos los cursos y exámenes, que lo acreditaron como Ph.D. candidate (falta tesis), con índice académico perfecto 4.0/4.0. Lamentablemente, debe regresar a Panamá, se reincorpora a su trabajo en la Universidad, mientras prepara su proyecto de tesis, sobre la migración del sábalo real a través del Canal de Panamá, del Caribe al Pacífico y su distribución actual. Durante ese tiempo y a menos de seis (6) meses de estar en Panamá, le llaman para notificarle que su tutor, consejero y amigo, el Dr. Luis R. Almodóvar, “Don Luis”, había muerto. Por lo que le tocó, a distancia, armar un nuevo comité graduado.

Se abren a concurso las becas Senacyt, y decide concursar por una media beca, para pagar el muestreo, realizar los 45 análisis de ADN necesarios para culminar su tesis y viajar a defenderla. Y bueno, ocurre otra cosa incongruente, siendo ya Ph.D. candidate, con índice perfecto 4.0/4.0, termina en el puesto 14 de las 17 becas; ninguno de los otros candidatos, había estudiado en un programa doctoral.

Por desgracia, hay cambio de Gobierno, se paralizan todas las becas, después se suceden meses de sufrimientos, entrevistas, papeleo, subir y bajar escaleras. Eventualmente, en el grupo, alguien conoce a la presidenta Mireya Moscoso y ella da la orden de que todos debemos continuar con nuestros estudios.

Arranca un período tumultuoso de más reuniones, más papeleo, escaleras, pérdida de documentos... y corre el tiempo. Poco a poco, van saliendo hacia sus estudios algunos, mientras otros continuaban esperando. Pasados dos años, se le notifica que ya el contrato está listo, que pase con su apoderado a pagar los timbres, en la parte de abajo del edificio del Ifarhu, donde hay una máquina franqueadora, se firma y se paga el contrato, quedándoles solo $3.52 encima, faltando tres (3) días para la quincena.

Nuevamente a esperar, el tiempo se agota para presentar los resultados de la tesis, y que quede fuera del programa doctoral. Se solicita prorroga, incluso el rector Julio Vallarino hace una carta a la Universidad de Puerto Rico. Pero, lamentablemente, luego de muchos días llenos de esperanza, de ilusiones y angustias, lo llaman, el 15 de diciembre de 2002, para comunicarle que no había beca para él, que, si quería, le daban allí mismo un préstamo por lo solicitado, a lo que respondió “gracias, pero si tengo que endeudarme, será para la educación de mis hijos”. Había tres funcionarios presentes, uno mayor, quien murió meses después, un abogado arnulfista robusto y de ojos claros, y la persona que me hizo todo lo que pudo, abusando de su poder, para que yo no pudiera culminar mi doctorado, el señor Roy Cardoze, quien, en más de una ocasión, me solicitó copia de todos los papeles, que ya había entregado.

Sí, el de la historia soy yo, y lo sufrido fue mucho mayor, pero por espacio y respeto, no lo escribo. En resumen y sin padrinos, pero con enemigos gratuitos, concursé y me gané dos becas (Unipan-BID y Senacyt), por méritos propios, más ninguna fue asignada; 20 años después, aún estoy pagando los financiamientos y refinanciamientos en que tuvimos que incurrir para sacar a mi familia adelante, al mismo tiempo que realizaba mis estudios doctorales. Sin embargo, puedo decirles con orgullo, que tengo mi expediente, donde reposan todos los documentos, “e-mails”, cartas y afines, en orden cronológico, con los cuales pretendo escribir mi historia, algún día.

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