• 14/02/2016 01:00

Ganar la guerra sin perder la memoria... (I)

A OMAR EN SU CUMPLEAÑOS 87... ‘Había nacido en Santiago..., el 13 de febrero de 1929, y cayó en Coclesito el 31 de julio de 1981. 

Desde que entró en el tiempo 2016, Omar Torrijos tomó posesión de sus 87 años. Había nacido en Santiago de Veraguas, Panamá, el 13 de febrero de 1929, y cayó en Coclesito el 31 de julio de 1981. Tenía entonces, 52 años.

Su vida ha sido inventariada a medida que la distancia se va ensanchando entre los años que vivió y los que Omar debió vivir. Prematura quizá, no fue su muerte, sino su existencia, porque en cincuenta y dos años de presencia física estaba destinado a cumplir una agenda anticipada a su tiempo. De ese breviario destaca, sin duda, su inconmensurable apremio para recuperar la soberanía, paso obligado para el perfeccionamiento de nuestra independencia.

Lo recuerdo pergeñando por el mundo aquellas páginas, braceando la Patria Vida hacia una orilla que huía despavorida por los espantos lúgubres del acecho, bien lo sabía, ensayando el epílogo más digno posible en ese largo y tortuoso camino. Así lo encontré aquel cinco de septiembre de 1977 en Washington, donde me hallaba para hacer la cobertura periodística de la firma de los Tratados Torrijos Carter.

A escasas horas de producirse este acontecimiento, que tendría lugar el 7 de septiembre de ese año, y a pesar del contrapunteo persistente de algunos medios de comunicación norteamericanos para distorsionar la opinión pública de ese pueblo, esta empezaba a inclinarse a favor de la firma de los Tratados, cuyos signatarios serían el presidente de los Estados Unidos, James Carter y el Jefe de Gobierno de Panamá, Omar Torrijos Herrera.

Los especialistas en protocolo y seguridad nos confirmaron que el fin de semana había girado en torno a la reunión de presidentes y jefes de Estado que llegarían a Washington para participar en la ceremonia. En las fuentes oficiales se insistía que la reunión diplomática de tanta jerarquía daría lugar a la imposición de las medidas extraordinarias de seguridad más estrictas que Washington jamás habría conocido.

El servicio secreto norteamericano tendría la responsabilidad de dar protección a los presidentes y primeros ministros que iniciarían su llegada ese lunes 5 de septiembre, procedentes de países de América Latina, el Caribe y Canadá, para asistir el miércoles en la noche del día 7 a la firma de los Tratados.

Noriega dirigió la coordinación conjunta con la seguridad de los Estados Unidos

Las Agencias de Seguridad de los Estados Unidos cumplirían las funciones de vigilancia y seguridad de los mandatarios, pero cada jefe de Estado podía llevar sus propios agentes de seguridad. El general Omar Torrijos confió su seguridad al entonces teniente coronel Manuel Antonio Noriega, quien, encabezando la seguridad panameña, protagonizó la coordinación conjunta con la seguridad de los Estados Unidos.

Torrijos había reiterado: ‘Me siento sumamente orgulloso, me siento altamente complacido, distinguido de ser el comandante de los seis mil hombres más leales que he conocido en la vida'.

El Departamento de Estado había anunciado, el sábado 3 de septiembre, que veinticuatro naciones del hemisferio occidental habían aceptado la invitación del presidente James Carter para presenciar la firma de los Tratados en la Organización de los Estados Americanos, OEA. Torrijos llegaría el lunes en la noche y sostendría una reunión de introducción con Carter el martes siguiente. Cada jefe de Estado recibiría un saludo de bienvenida en la Base Aérea Andrews, aunque, por cuestiones de seguridad, no se informaba sobre la hora de llegada de cada gobernante.

Una fuerte corriente adversa se respiraba en Washington

El panorama mediático norteamericano no favorecía la firma de los Tratados. Estos tenían que ser aprobados por el Senado antes que pudieran entrar en vigor, y una fuerte corriente adversa se respiraba en Washington, al menos así lo registraban sus periódicos, que subrayaban la oposición en el Congreso y, especialmente, así lo resaltaban, el rechazo por parte del pueblo de los Estados Unidos.

El reloj corría más rápido que los periodistas del Tercer Mundo que nos encontrábamos en Washington para transmitir los hechos desde una óptica consecuente con la lucha centenaria que los panameños habíamos protagonizado a través de tormentosas relaciones de persistente confrontación con los Estados Unidos y, de alguna manera, nos sentíamos también dueños de la fiesta, legítimos representantes de la reivindicación de un continente agredido de manera obcecada por esa nación, que ahora parecía recibirnos con 'mala cara', pero que, en fin, era nuestra anfitriona.

Gallup: De menos cero, a un 39 % a favor de la firma de los Tratados

Las cifras que aquel día demostraron otra realidad, por cierto no registradas en los medios de comunicación de Washington, nos permitieron la licencia de una sonrisa de esperanza. La firma encuestadora Gallup confirmaba que la causa de Panamá se había posesionado, de un supuesto casi menos cero, en un treinta y nueve por ciento en la opinión norteamericana a favor de la firma de los Tratados. Los periódicos que respondían al ‘stablishment', resaltaban el cuarenta y seis por ciento que se pronunciaba en contra. Un quince por ciento aún no había tomado partido, lo que significaba que no estaba definido a favor del rechazo.

Iowa, Indiana, Idazo y Luisiana, adversaban los Tratados

Todo lo que favorecía la objeción era ponderado, como Pedro por sus páginas, para ganarle la partida a Panamá. Así se desplegaba que los Estados de Iowa, Indiana, Idazo y Luisiana pedían a la Corte Suprema de Justicia norteamericana que le prohibiera a Carter la firma de los Tratados, hasta que se resolvieran las cuestiones de orden constitucional. El martes había sido señalado para que este Tribunal definiera si se consideraría o no la solicitud. La idea era mantener en vilo el ánimo de los que aspirábamos el sosiego patrio, tras la culminación de una etapa escabrosa en la historia de nuestras relaciones con los Estados Unidos de América. De manera pendular, se mantenía la zozobra, aunque también se auguraba que la respuesta de la Corte sería adversa a la solicitud de Iowa, Indiana, Idazo y Luisiana.

Los observadores, una fuente cotidiana de la United Press Internacional, UPI, suscribieron que fue precisamente el hecho de la gran oposición que habían despertado los Tratados sobre el Canal lo que hizo que el presidente Carter resolviera dar resonancia tan fastuosa y espectacular a la firma de los trascendentales documentos, por el efecto sicológico que tal despliegue de armonía continental podría tener en los medios de la oposición.

Lea mañana la segunda parte...

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