• 14/10/2016 02:01

Una estrategia diferente en política, el uso de iconos modernos

A diferencia de hoy día, cuando la televisión salió al mercado el número de canales era bastante limitado

Hasta hace poco tiempo, alcanzar a enormes números de espectadores había sido la norma para los políticos. Esto fue ejemplificado por los discursos radiales que caracterizaron la presidencia de Franklin D. Roosevelt, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial. Panamá no fue la excepción a esta tendencia. Esta evidencia crea la pregunta, ¿qué cambió? La respuesta es bastante simple: nuevas tecnologías y la globalización incrementaron las opciones de los consumidores.

A diferencia de hoy día, cuando la televisión salió al mercado el número de canales era bastante limitado, y las únicas otras formas de obtener información hubieran sido la radio o la prensa. Esto causó que la mayoría de la población estuviera obligada a obtener información de una cantidad limitada de fuentes. Sin embargo, mientras más fuentes fueron creadas y la competencia incrementó, estos grandes sectores de la población se disiparon. Este cambio forzó a los políticos del Siglo XXI a encontrar otras formas de atraer a los números de espectadores a los cuales estaban acostumbrados. Su estrategia nueva ha acudido a iconos modernos para cautivar a grandes segmentos de la población sin importar su nivel de educación política, con lo que, junto a los discursos regulares, los cuales usualmente atraen a aquellos que están más políticamente informados, ha logrado presentar ideas a la mayor cantidad de ciudadanos posibles.

Esta estrategia está basada en un simple concepto, entretenimiento. Usando escenas entretenidas, como una comedia, atraen a la audiencia y una vez en el video, sutilmente introducen la información que desean comunicar. Además de atraer más visitas, este concepto también inclina a la población a compartir el contenido. En Estados Unidos, p. ej., el presidente Obama inició una campaña de tutoría y la promovió de dos maneras distintas. La primera fue junto la superestrella de la NBA Stephen Curry, en una serie de comerciales en la que actúan como si el presidente estuviera instruyendo a Curry. La segunda era el presidente sentado en su escritorio leyendo de lo que se trataba el programa. Adivine cuál atrajo más atención.

Tras solo una semana de que fue subido a YouTube, el video con Curry tenía más de 300 000 visitas y había sido compartido 1800 veces; mientras que después del mismo tiempo el video del presidente solo tuvo 5500 visitas y fue compartido 31 veces. Aunque el video no tenía nada que ver con baloncesto, solo tener el nombre de una superestrella en el título atrajo espectadores y el tema real del video, en este caso el programa de tutoría, fue presentado cuando la audiencia ya estaba entretenida. Esta misma estrategia aparece en varios otros videos en donde Obama es entrevistado por estrellas de YouTube que tiene 3.7 millones de visitas, cuando es entrevistado por Zach Galifanakis que tiene 15 millones de visitas o cuando canta con Jimmy Fallon que tiene 10.4 millones de visitas, y la lista solo continua.

El crecimiento sin precedente que ha tenido el mercado de televisión y medios en general ha causado que la comunicación con grandes sectores de la población sea casi imposible, al menos así parecía. Usando a personalidades como deportistas y celebridades junto a las entrevistas programadas, el presidente y grupos políticos en general parecen haber encontrado una nueva forma de empujar su agenda. Claro, variables como recursos secundarios, por ejemplo páginas liberales en redes sociales, ayudan a dispersar las ideas de estas personas y grupos, pero al final de todo esto la información proviene de la fuente primaria, sea un video, una entrevista o un artículo.

Además de exponer sus planes al público, estos medios también incrementan la popularidad de a quien o que presentan, gracias a que permiten que los votantes se sientan identificados o se puedan relacionar con ellos. A pesar de que esta estrategia puede afectar cómo ven a un político, la política siempre va a ser un juego de suerte, porque no importa cuánto un candidato intente hacer algo, los ciudadanos tienen la última palabra porque sin su trabajo, apoyo y contribución a la sociedad ningún político pudiera llegar a triunfar en su labor y ningún país crecería.

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