• 30/08/2016 02:00

¿Saben por qué la gente no cree en nosotros los evangélicos? (II)

La gente quiere ser escuchada, quiere ser oída. A la gente no le interesan las etiquetas

¿Por qué la gente no cree en nosotros los evangélicos? Porque a los ‘encopetados y estirados ', vestidos de ‘lino fino ', los sentamos en las primeras filas, aunque no oren, no amen y no se hayan arrepentido. Lo importante es que aporten, que den para la obra, para mi obra. La vida cristiana no se fundamenta en el beber o el comer, sino en el poder del Espíritu Santo. Para Dios es más importante lo que eres, que lo que haces. No solo debemos abrir las puertas de nuestras gigantescas iglesias, para que entren y aporten los cojos, paralíticos y ciegos. Ya es tiempo de que también le abramos las puertas del corazón. La gente necesita pan, pero también necesita amor. La gente quiere ser escuchada, quiere ser oída. A la gente no le interesan las etiquetas. Prefiero alcanzar, algún día, el lujo del Cielo, aquello de las calles de oro, que el lujo de la Tierra, sin corazones, transformados, sin la fuerza del Espíritu Santo.

Ya basta de establecer clases sociales dentro de las iglesias. Ya basta de matar el talento, pero darle espacio solo a los amigos, a los protagonistas del altar, que no han nacido de nuevo. Volvamos a las visitas a los hospitales y a los cantos que estremecían las cárceles y liberaban a los presos. Volvamos a los sermones llenos del Espíritu Santo que quebrantaban el Cielo y estremecían el infierno. Ahora pareciera ser más importante la tecnología y la marca, que las lágrimas, que los corazones quebrantados, que los paralíticos se levanten y que los ciegos vean. Que los ladrones y drogadictos sean liberados del flagelo de la droga. Que las almas sin esperanza sean transformadas por el poder de la Palabra.

¿Por qué la gente no cree en nosotros los evangélicos? Porque tenemos la verdad en nuestras manos, pero engañamos a las multitudes con mentiras, orquestadas, vendidas con bombos y platillos, y con cantos de sirenas. Necesitamos hoy, hombres del ayer, para cambiar el mundo, para cambiarnos a nosotros mismos, para impactar al mundo. Necesitamos hombres nuevos forjados en el fuego, como John Wesley, David Wilkerson, Nicky Cruz, Yiye Ávila y Billy Graham, hombres de una sola pieza.

Hombres pasados por el fuego, que no coqueteen con los políticos, con los millonarios, con los poderosos y que llamen al pecado, por su nombre, pecado. Necesitamos una revolución en nuestras iglesias, que revolucione el corazón, que revolucione al mundo. La multitud está cansada del espectáculo. La gente requiere vida, poder del cielo, vidas transformadas, hombres y mujeres de valor e integridad. Yo soy el primero que me pongo en la fila para que Dios me trasforme y me convierta en un evangélico completo, sin dobleces, dentro y fuera de la iglesia. Necesito un corazón nuevo, para alcanzar nuevos corazones, para ofrecerle a la gente un Cristo que todo lo puede, y que ama a la gente.

En los últimos tiempos el amor de muchos se enfriará. Qué buenos que todos estamos en un proceso. Lo bueno es que no todos los evangélicos son como yo. Hay buenos cristianos evangélicos y buenas iglesias evangélicas grandes y chicas.

Te atreves a seguirme en esta travesía de cambiar al mundo. Pero cambiarlo con hechos, no solo con palabras.

PERIODISTA

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