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- 16/11/2022 00:00
Inteligencia artificial y cambios fisiológicos
Una de las mejores cintas cinematográficas de Steven Spielberg fue sin duda, Inteligencia artificial, aquella en que una familia del futuro (mundo destruido por el cambio climático) manda a construir un niño robot para que le brinde amor a la madre, mientras su verdadero hijo está en hibernación, al enfrentar una rara enfermedad, de la que no se tenía cura. Cuando el infante verdadero se recupera, ambos coinciden en el hogar y surge el celo entre ellos.
A partir de este duelo por brindar afecto a la progenitora y ganárselo de vuelta, surge el conflicto, primera etapa de un viaje que deberá emprender el robot infantil, que no sabe que lo es y que le lleva a irse descubriendo en sus capacidades y realidad.
El relato original en que se basa el filme fue un proyecto inacabado de Stanley Kubrick, que se mantuvo sin realizarse porque él tuvo problemas para conseguir un actor adecuado para el papel del protagonista, además de detalles tecnológicos, hasta que cedió los derechos a Spielberg y éste le dedicó el resultado, una hermosa y profunda película sobre el futuro de la humanidad.
Este tema del porvenir, que pareciera pura imaginación en la mente de dos prodigios del cine, Kubrick y Spielberg, quizás no sea tan descabellado, sobre todo, por los cambios producidos en la apariencia y la fisiología de los individuos, así como por la influencia de los hábitos cotidianos en ellos. Esto va un paso más allá de lo que había sido formulado por Darwin en su teoría de la evolución de las especies.
Algunos medios de comunicación publicaron avances del proyecto que ha concebido un grupo de investigación en Ciencias de la Salud, cuyo portal “Med Alert Help” y el New York-Presbyterian Orch Spine Hospital. Es el prototipo 'Mindy', creado por Maple Holistics, que representa cómo luciría una persona del siglo XXII: “será encovado, con un cráneo grueso, manos diferentes (garras), párpados transparentes y cerebro más pequeño”.
El reportaje aparece en diarios como El Tiempo, que explica que dicho encorvamiento obedecería al uso de aparatos y herramientas digitales, como unidades celulares, smartphones, computadoras y otras, que obligan a utilizar determinadas posturas por mucho tiempo. Algo semejante ocurre con el cuello, que se haría más grueso, así como el cráneo, que aumentaría, mientras que, paradójicamente, el cerebro disminuiría por falta de funciones.
El estudio agrega que, por las mismas causas, las manos adquirirían una forma de garras o 'prensa' por las costumbres de manipular objetos tecnológicos, en especial el celular, de esa época y que los codos estarían permanentemente en una posición de 90 grados. Lógico que esto de la posición, habría de crear otras características físicas como la forma de las piernas y hasta fenómenos con la circulación de la sangre y consistencia de músculos y tendones.
Quizás el aspecto más dramático, sería lo relacionado con la situación óptica y lo que sucedería con los ojos. Según la proyección hipotética de los investigadores, la molestia que el excesivo uso de las pantallas causa a la vista, se crearía un nuevo párpado “para la adaptabilidad” al tipo de luminosidad proveniente del monitor, luego de sufrir daños a la retina por exposición prolongada a tal resplandor después de períodos de trabajo o diversión.
Habría que preguntarse ¿cuán lejos estamos de llegar a este grado de transformación y hasta qué punto, la gente ya manifiesta algunos síntomas de esta nueva condición? A diario, se observa a hombres, mujeres y en especial a jóvenes, que viajan en el autobús o en metro en la posición descrita y que, al ponerse en marcha, conservan la 'jiba', cada vez más habitual.
Esto nos devuelve a aquel mensaje escondido en la película de Spielberg, de que terminaremos construyendo robots para que cumplan ciertas funciones, mientras nos extinguimos lentamente como especie.