Durante su paso por Panamá, el trío conversó con La Estrella de Panamá sobre su evolución artística y el significado profundo que encierra su nombre y...
Hablar de Maruja Herrera es reconocer la armonía entre su vocación artística y su compromiso con el servicio público. Considerada la primera bailarina de Panamá, su trayectoria ha estado marcada por los escenarios y por la disciplina que exige el arte. Hoy, desde el Ministerio de Cultura, aplica esa experiencia en la conservación del patrimonio y la promoción de la identidad nacional.
Su formación en el ballet clásico le ha aportado no solo técnica, sino también una sensibilidad que le permite comprender el trabajo constante de artistas, artesanos y creadores que, desde lo local, mantienen viva la memoria cultural del país. Esa visión se refleja en cada iniciativa, con un enfoque que valora el arte por su impacto social y humano, más allá de las cifras.
Bajo su gestión, los festivales folklóricos se han consolidado como espacios de encuentro entre generaciones, donde las comunidades fortalecen sus raíces y comparten saberes. El trabajo de los artesanos, antes poco visible, recibe hoy un reconocimiento que resalta su aporte a la identidad cultural del país.
En el ámbito de la educación artística, su gestión ha permitido reactivar centros que habían quedado rezagados, convirtiéndolos nuevamente en espacios de aprendizaje y creación. La Ciudad de las Artes se consolida como un lugar de formación y encuentro donde niños, jóvenes y adultos desarrollan su talento.
Uno de los avances más relevantes ha sido el fortalecimiento de la formación en cine y audiovisual. Estos programas han brindado a cientos de estudiantes las herramientas necesarias para incorporarse al sector y construir una comunidad creativa. Muchos egresados ya participan en producciones nacionales, aportando nuevas perspectivas al desarrollo de una industria que refleja la diversidad del país. El apoyo institucional incluye la producción, exhibición y circulación de obras que amplían la mirada sobre Panamá.
Su trabajo también incorpora la inclusión como eje transversal. Con la primera Guía de Accesibilidad Cultural, Panamá avanza hacia un sector cultural más abierto, donde las personas con discapacidad participan activamente en escenarios, talleres y museos.
En materia de patrimonio, su labor ha impulsado la recuperación y puesta en valor de sitios históricos que permanecían en abandono. Portobelo, el Fuerte San Lorenzo y el Museo Reina Torres de Araúz se consolidan como espacios activos de memoria y aprendizaje. Iniciativas como la Ruta Colonial Transístmica fortalecen la conexión entre historia, territorio y comunidad.
Más allá del ámbito institucional, Maruja Herrera ha promovido un diálogo constante con las comunidades, bajo la convicción de que la cultura es un derecho y no un privilegio. Su gestión ha contribuido a fortalecer el papel de la cultura como espacio de creación, participación y construcción ciudadana en todo el país.
En un contexto donde la burocracia suele frenar los procesos, la experiencia y disciplina de la bailarina se han reflejado en una gestión cultural con resultados concretos. Según una encuesta, la ministra Herrera figura entre los funcionarios con mayor nivel de aprobación.
El estudio Vea Panamá, en el que fue evaluada la ministra de Cultura, fue publicado por La Estrella de Panamá, el diario más antiguo del país y el segundo de América Latina. Este sondeo recoge con rigor la percepción ciudadana sobre la gestión pública y los asuntos nacionales.
Si trazamos una analogía, Margot Fonteyn representó la elegancia británica y Alicia Alonso, la fuerza de la danza cubana en Iberoamérica.
En Panamá, Maruja Herrera representa una continuidad de esa tradición, a través de una carrera que une disciplina artística y gestión cultural.