El contralor de la República asegura que han hecho más de 600 auditorías durante su gestión
Días atrás Luiz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil, pidió dialogar con su homólogo gringo, Donald Trump, para tratar de poner freno a la escalada militar que ese país le tiene montada a Venezuela en el Mar Caribe. No era la primera vez que lo hacía.
Curiosamente, cuando todo el mundo vio la aplastante derrota que el dictador Maduro recibió el 28 de julio de 2024 frente al opositor Edmundo González Urrutia, tanto Brasil como los otros gobiernos “de izquierda” de la región como Colombia, Bolivia, Nicaragua, Cuba, Honduras y, el más hipócrita de todos, México, guardaron total silencio cuando el chavismo, que había perdido aparatosamente las elecciones, proclamó sin prueba alguna que Maduro había sido el ganador. Todos en Venezuela, inclusive los militares que apoyan al régimen, sabían que todo era una farsa. No vi a Lula, ni a Petro, ni a Arce, ni a Xiomara Castro y mucho menos a Claudia Sheimbaum exigirle a Nicolás Maduro que aceptara su derrota, so pena de que todo el continente lo aislaría. Si dicen ser demócratas urgía defender la democracia que tan burdamente burlaban los chavistas.
Prevalecieron las componendas de ese régimen con sus aliados de izquierda sobre los principios democráticos que todos juraron cumplir. México, con su cuento de su inexplicable política de no meterse en los asuntos internos de otros países, pero censura al Perú casi que a diario. Petro, con un pregón igual, pero que opina de todo el mundo cuando a bien tiene. Xiomara Castro, la esposa del expresidente José Manuel Zelaya, que quiere perpetuarse en el poder amenazando a las autoridades electorales. Los tres son ejemplos de que para ellos la democracia simplemente es: el vehículo para acceder al poder, pero una vez en él, buscan la manera para mantenerse con éste, violando todo principio democrático.
Nicolás Maduro y todo lo que representa el chavismo no solo es un mal ejemplo para la democracia continental. Es un peligro en muchos campos en los que, por tratar de retar a los Estados Unidos, nos pone en problemas a todos los demás. Lo vimos con la ola de delincuentes, entre los cuales, luego de soltarlos en las cárceles de su país, los infiltró en las caravanas de migrantes para que invadieran Sur y Norte América, a través del temido Tren de Aragua. Otorgó pasaportes venezolanos a cientos de iraníes para que pudieran cumplir sus objetivos terroristas, algunos descubiertos al llegar a Canadá. Lo acabamos de ver con la detención de Ali Zaki Hagte Jalil, el sospechoso de ser el autor intelectual de la explosión del Avión de Alas Chiricanas en 1994, que durante 31 años estuvo protegido por el régimen chavista en la isla Margarita.
En su permanente reto contra la estabilidad de la región, Maduro ha permitido que Rusia tenga presencia militar en su país y que Irán construya drones y misiles en su territorio. Ha desarrollado la gigantesca red de tráfico de drogas conocida en nuestros países a través del cartel de los Soles, convirtiendo a su país en un narco estado ya que sus “gobernantes” son los líderes del cartel, tal como lo soñó Pablo Escobar Gaviria para dominar con la droga al Estado colombiano. Maduro, además, dice proteger el Amazonas pero se hace de la vista gorda ante la depredación que los buscadores de oro, auspiciados por las mafias enquistadas en el gobierno, trafican y contaminan tanto la región.
No he visto a ninguno de esos “líderes” de izquierda siquiera tener un mínimo de decencia para reconocer el valor de María Corina Machado por el Nobel de la Paz que le otorgaron. Tampoco los he visto levantar su voz de protesta por las detenciones y torturas diarias que se dan en Venezuela contra líderes opositores.
Venezuela, tanto como Cuba y Nicaragua, deben recuperar el derecho de vivir en democracia, donde se respeten los derechos humanos y se desarrollen principios de justicia social donde todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades. Que se acaben los gobernantes que se creen reyes del medioevo como son los regímenes de Cuba y Nicaragua, tan mal copiados por Venezuela.
Que todos los ciudadanos sean tratados con igualdad y se acaben las cúpulas de privilegiados, mientras el pueblo pasa toda clase de penurias y limitaciones. Ojalá que todo esto se pueda lograr sin recurrir al uso de la fuerza que siempre termina cobrando la vida de muchos inocentes.
¡Basta de tanta hipocresía!