• 03/04/2021 00:00

Levantamiento de cerro Tute: su vigencia ante la necesidad de una ética de urgencia

“A sesenta y dos años del levantamiento de cerro Tute, podemos decir que la sociedad panameña sigue atravesando por los mismos laberintos […]”

La crisis económica, política y social extendida a lo largo y ancho de la geografía de América Latina, a finales de la década del cincuenta, arroja un conjunto de desenlaces como resultado de la reacción de las fuerzas sociales vanguardia de una nueva visión del orden social continental. Venezuela experimenta el derrocamiento de Pérez Jiménez; Cuba el triunfo de la revolución; en Panamá, la juventud desarrolló nuevos métodos de lucha, que se inscriben en la rebelión y la desobediencia popular.

Como resultado de un régimen nefasto manipulador patrocinador de los centros de juegos, ilícitos, en perjuicio de los recintos escolares, perseguidor de las organizaciones sindicales, estudiantiles, conculcador de conquistas de los educadores, violador de la Constitución, de la libertad de expresión y tránsito.

El Movimiento Acción Revolucionaria, MAR, constituido por estudiantes, obreros, campesinos y profesionales, situado sobre todo en las provincias de Panamá y Veraguas, establece como eje central el cambio social. En el manifiesto del 3 de abril de 1959 bosqueja, con claridad, los objetivos de la insurrección guerrillera, encontrándose entre los puntos el derrocamiento del Gobierno de Ernesto de la Guardia, la liquidación de la Coalición Patriótica Nacional, el desmantelamiento de la Guardia Nacional. Disolución del Poder Legislativo, Órgano de Estado a favor del monopolio, la componenda y el tráfico de influencia; la cancelación de la Corte Suprema de Justicia; castigo a los ladrones y a los asesinos.

La proclama recoge aspectos reivindicativos, mejoras en los servicios del Seguro Social, de las instituciones autónomas y semiautónomas; establecimiento de un plan agrario coherente, amplias libertades a los sindicatos, asociaciones gremiales; reducir el alto costo de la vida, medidas efectivas; en defensa de nuestra soberanía en la zona canalera; relaciones con todos los pueblos del mundo, comprometidos con un nuevo orden.

El levantamiento insurreccional de cerro Tute constituyó una prueba para la juventud panameña, que demostró no temerle a la pérdida de la vida, si esta significara modificar el estado caótico del país.

En alusión al sacrificio de los mártires del Tute, la prensa nacional en los días siguientes fue testigo de la reacción popular, de los sectores sociales, gremiales y de intelectuales que expresaron su punto de vista sobre la epopeya juvenil.

La sangre de estos jóvenes que subieron al Tute, a sabiendas de que iban hacia el martirologio, no ha sido derramada en vano. Si los alabarderos del régimen actual creen lo contrario, asómense a sus ventanas y escucharán la voz del pueblo en cada casa, en cada parque, en cada calle el rumor adolorido de un pueblo que está cansado de la pérdida de sangre de sus hijos más consagrados.

No pueden, por tanto, culpar del estado de inseguridad y zozobra que vivimos que elevan, en una u otra forma, su adolorida, pero vibrante voz, sino aquellos que, cegados por la ambición, el engreimiento, se niegan a satisfacer las necesidades más apremiantes de la comunidad panameña.

El desempleo, el alto costo de la vida, la corrupción administrativa, la explotación del hombre del campo y del obrero, el desastre de la educación nacional son los problemas que sufre el pueblo y deben resolvérselos. La juventud de mayo y la del Tute no han sacrificado sus vidas por intereses políticos partidistas, su inmolación constituyó el paso a garantizar una estructura económica, política, social y espiritual que permitiera una orientación acorde a los intereses populares.

A sesenta y dos años del levantamiento de cerro Tute, podemos decir que la sociedad panameña sigue atravesando por los mismos laberintos, la corrupción, la crisis educativa, la crisis de los partidos políticos, de la Caja de Seguro Social, el aumento de la miseria, la delincuencia y la mala distribución de la riqueza, una pandemia que refleja las inequidades sociales. Situaciones que nos deben llevar a una profunda reflexión, encaminada a romper las cadenas vergonzosas del latrocinio, insatisfacciones, demandas de los más necesitados, como vehículo de una verdadera convivencia pacífica. Enmarcada dentro de una ética de urgencia y un nuevo orden, basado en la equidad, transparencia y solidaridad.

Profesor de Historia.
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