• 17/10/2021 00:00

Un llamado a la práctica de valores

“[…] que durante este próximo mes exista el ambiente en nuestro país para reflexionar sobre los valores y poder así, algún día, recuperarlos y ponerlos en práctica en todos los aspectos de nuestra vida”

La práctica de valores está en decadencia. No sabemos si es una tendencia más que, con los años, pasará o si simplemente como sociedad decidimos tirar la toalla y darle paso a una nueva conciencia de antivalores, a la que la población le dedica más tiempo y más atención de lo que una vez les dedicó antes a los valores.

Frente a esta lamentable realidad, me atrevo a escribir con motivo del inicio mañana del mes de los valores, actividad organizada por los clubes cívicos, para hacer un llamado a la práctica de valores en todos los aspectos de nuestras vidas. No olvidemos que la conducta de los seres humanos está dictada por su naturaleza y que son los valores los que permiten la convivencia de unos con otros, respetándose así los gustos, intereses, ideas o aficiones de los demás.

Pero también son los valores los que ayudan a moldear a los individuos para que cumplan con las normas que se dictan en una sociedad. Y esa es la verdadera importancia de los valores, ser el pilar que aporta soporte a un país y ayuda a que sus ciudadanos sean mejores personas.

Los tres valores fundamentales son el respeto, la tolerancia y la honestidad. Por supuesto hay muchos otros significativos, como la solidaridad, la humildad y la disciplina, pero con los tres primeros el mundo iría mucho mejor. Nos preocupa el aumento de la violencia, el incremento en los índices delictivos, las disputas y luchas entre personas, todas situaciones cada vez más comunes y a las cuales nos estamos acostumbrando cada día.

Los seres humanos adquirimos valores durante toda la vida, pero es en el hogar y luego en la escuela donde primero se escuchan y se ponen en práctica. Durante la infancia se incorporan a través del lenguaje y del juego. Más tarde en la adolescencia y en la edad adulta se pone aprueba lo aprendido en la infancia, cuando se replantea y transforma el aparato conductual a través de las conexiones neuronales en la parte frontal del cerebro, lugar donde ocurren los procesos superiores del juicio y toma de decisiones.

Cuando una persona se comporta de forma deshonesta, irrespetuosa o intolerante, se dice que hay una sustitución de valores por los antivalores. Pero realmente lo que ocurre es un corto circuito en el aparato conductual que hace que broten los defectos de carácter y salgan a relucir los trastornos de la personalidad. En esencia, la carencia de valores es un tema cerebral y explica el porqué una persona puede ir en busca de sus propios intereses, a pesar de que lo que hace va en contra de lo que generalmente se acepta en la sociedad.

Los valores se han debilitado en nuestro país y en el mundo precisamente porque vivimos en un país y en mundo enfermo, enfermos de la cabeza donde sorprendentemente el sentido de la ética se ha vuelto tan sutil que casi se podría decir que se ha evaporado. El filósofo alemán Nietzsche entendió muy bien la relevancia de la obediencia y la práctica de los valores, cuando señaló que un hombre ético es quien cumple los valores y lleva consigo el pensamiento de cumplir siempre la Ley. Y por eso, según Nietzsche, el hombre más ético es aquel que cumple los valores, incluso en las situaciones más difíciles, en las que la persona es tentada, pero que, al final, piensa ética y moralmente y termina practicando los valores.

No es el saber lo que nos va a conferir la fuerza o habilidad para practicar los valores, sino que esta vendrá únicamente del discernimiento que el no practicar valores tiene consecuencia y efectos. Es decir, no podemos esperar ni imaginar que la práctica de valores en Panamá llegará espontáneamente, sin que exista un mecanismo efectivo de rendición de cuentas y certeza del castigo.

Quizá he ido un poco lejos en estos últimos párrafos para justificar que la práctica de valores ya no es opcional, sino una obligación personal. Ciertamente este un problema complejo que requeriría más páginas que las de este artículo, pero que como sociedad estamos obligados a resolver. Porque, al ver y escuchar el comportamiento antivalores de muchos de nuestros funcionarios, políticos, empresarios, educadores, profesionales y hasta mandatarios, nos hace preguntar qué pasó con el aprendizaje de los valores en el hogar y en la escuela, y quizás cuestionar sobre las circunstancias que influyeron para que estos valores se hayan olvidado y ya no se practican.

Esperamos que durante este próximo mes exista el ambiente en nuestro país para reflexionar sobre los valores y poder así, algún día, recuperarlos y ponerlos en práctica en todos los aspectos de nuestra vida.

Empresario y miembro del Club de Leones de Panamá.
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