• 15/04/2011 02:00

La banalidad del mal

N uestros valores como seres humanos, nuestro sentido de lo que es justo y correcto o equivocado, deben primar siempre sobre el cumplimi...

N uestros valores como seres humanos, nuestro sentido de lo que es justo y correcto o equivocado, deben primar siempre sobre el cumplimiento de órdenes jerárquicas y de la obediencia debida a superiores. En ese contexto, cabe recordar en este mes de abril los cincuenta años del histórico juicio con que el gobierno de Israel procesó al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, el oficial de las SS y la Gestapo responsable de organizar la llamada ‘Solución Final’ para la población judía en Europa: su aniquilación en campos de concentración y exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.

Finalizada la guerra, luego de la brutalidad de campos infernales como Auschwitz—Birkenau, Treblinka, Belzec, Sobibor, Chelmno y Majdanek, donde millones de civiles murieron por torturas, hambre, enfermedades o asfixiados en cámaras de gas, Eichmann logró mantenerse oculto, escapando a la Argentina en 1950. Allí vivió bajo un nombre falso, hasta que fuera descubierto diez años después por agentes de la seguridad israelí, quienes lo llevaron a Jerusalén secuestrado para enfrentar a la justicia por sus numerosos crímenes en contra de la Humanidad.

El juicio de Eichmann, iniciado el 11 de abril de 1961, capturó la atención del mundo entero. En su defensa, Eichmann declaró desde una cabina protegida por vidrios antibalas que sus actuaciones estaban justificadas por la obediencia debida a sus superiores: ‘No perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia’.

Tales argumentos no impidieron que fuera hallado culpable de genocidio y condenado a muerte, siendo ejecutado en la horca en una prisión israelí.

Numerosos observadores presenciaron el juicio, incluyendo a la filósofa judía alemana Hannah Arendt. Luego de analizar la personalidad de Eichmann en el marco de sus argumentos y actuaciones, Arendt escribió un polémico libro que pronto obtendría fama: ‘Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal’. La escritora encontró en Eichmann, uno de los mayores criminales de la historia, a un hombre común y corriente sin características que, según ella, lo diferenciaran de la mayoría de la población. Arendt consideró como probable que los actos de Eichmann fueran el resultado de la subordinación de los individuos a figuras autoritarias de mando en regímenes totalitarios como el nazi, al cual él sirvió con ciega obediencia.

Recordando el Holocausto judío a los cincuenta años del juicio de Eichmann y su examen bajo interpretaciones como las de Arendt, es posible concluir que los valores del ser humano pueden ser fácilmente distorsionados si se actúa con desenfreno, sin asumir la responsabilidad individual que a cada quien corresponde. Busquemos que los valores prevalezcan en todo momento y en toda sociedad frente a esa temible, esa desconcertante ‘banalidad del mal’.

*ABOGADO ROTARIO.

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