• 27/10/2008 01:00

¡Que me persiga un muerto!

Hay dichos folclóricos en el interior que guardan relación con diferentes acciones que realiza nuestro hombre del campo, tales como “más...

Hay dichos folclóricos en el interior que guardan relación con diferentes acciones que realiza nuestro hombre del campo, tales como “más rápido de lo que se persigna un ñato”, “que me lleve el diablo”; o más conocidos, como “cuado el río suena, es porque piedras trae”. En ese mundillo de dichos y refranes, todos guardan relación con algo que sucede o sucedió.

Recuerdo que mi madre, cuando de chiquillos nos portábamos mal o la teníamos cansada de algo, ella decía “que me persiga un muerto”, como expresión de que ya estaba harta de algo que hacíamos. Pero en esos casos nunca el significado de la expresión fue tan tácito, como lo que acontece con el ministro en licencia, Daniel Delgado Diamante, a quien al parecer su pasado le ha traído un muerto, que ahora, después de 38 años, lo persigue.

Recuerdo que para los años de la dictadura se le atribuía al general Noriega la frase “todos tenemos o debemos tener un muertito”. Para aquella ocasión sonaba de espanto y hasta jocoso el refrán. Lo que uno no se esperaba es que a la postre el mismo fuera cierto y con la caída de la dictadura, precisamente, se fueron descubriendo hechos que hacían realidad lo comentado por el general Noriega.

Incluso, me voy aún más a las palabras que decía Noriega en uno de sus discursos, cuando decía que era mejor que quisieran al Tony, porque los que venían detrás eran peores, incluso mencionó nombres de famosos mayores que eran conocidos por sus arbitrariedades. De esta síntesis se puede desprender un poco la actitud soberbia que asumió el teniente coronel y ministro Delgado Diamante cuando salió la noticia que lo vinculaba a la muerte del cabo García.

Hay errores del pasado que salen en el peor momento. Delgado Diamante se mostró en los últimos meses desafiante y colérico, ante la imposición de sus decretos leyes, donde le daba forma a un plan de remilitarizan del país.

Se paseó por varios países con su propuesta militar bajo el brazo y, sobre todo, con la protección de Martín Torrijos, que le había dado luz verde para toda su actuación.

Ahora, después de intentar negar una participación activa en el asesinato, termina el gran coronel preso de sus propias palabras, aceptando primero que fue un incidente, así le dicen ahora, para luego tratar de justificar que fue en defensa propia y separarse del cargo.

La pregunta que se impone es ¿lo mataste o no?, pues aquí está más en juego lo moral del que desempeña tan alto cargo, que lo que pueda tratar de justificar legalmente.

Al final, más que perseguirlo un muerto, lo ha alcanzado.

Así veo las cosas y así las cuento.

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