• 17/02/2015 01:00

Mi amigo José Luis, el cardenal

‘... tendrá un papel importante en sus nuevas responsabilidades, solo ruego que no signifique dejar nuestra querida provincia’

Mantengo una relación de amistad de larga data con José Luis, hoy cardenal Lacunza. Se remonta a los años 70, cuando José Luis era director del Colegio San Agustín y yo era presidente del Club de Padres de Familia del Colegio La Salle. Era una época dura, de Gobiernos militares que quisieron imponer su famosa ‘Reforma Educativa’, asignándole la tarea a notables personajes identificados por los padres de familia, particularmente de las escuelas privadas, como de tendencias ideológicas izquierdistas, lo que generó el gran temor sobre los verdaderos propósitos ideológicos de la Reforma.

Como presidente del Club de Padres de Familia de La Salle, me tocó organizar nuestra campaña opositora a la Reforma, sobre todo el férreo control de votación en las Asambleas de Padres de Familia, bloqueando las intenciones del Gobierno de viciar el proceso. Durante ese periodo, me tocó acompañar al director de La Salle a reuniones con los directivos de los colegios católicos, donde José Luis activamente participaba, lo que aumentó nuestros contactos personales. Eventualmente, ante nuestra oposición, el Gobierno archivó el proyecto de Reforma Educativa.

Más tarde fui seleccionado como representante de Panamá en un Congreso Internacional de Asociaciones de Padres de Familia de Colegios Católicos de la Región Latinoamericana, que tuvo lugar en la República Dominicana. De nuevo José Luis, igual que otros directores de colegios católicos, participó, lo que creó nuevas oportunidades de estrechar nuestra amistad. Recuerdo que disfrutamos momentos muy agradables.

Nuestra relación continuó con los años, al ser nombrado obispo en Chitré, donde estableció buena amistad con los familiares de mi esposa Rosario y nos encontrábamos con él en cenas familiares en nuestras visitas a Chitré.

Igual sucedió con mi familia, especialmente con mi madre, al ser trasladado como obispo en David. Atendió a mi madre en sus últimos años de vida. Me refiero a una anécdota de mi madre con él, que ilustra su sentido de alta religiosidad y sentimientos de amistad. Un día, mi madre pidió conocer al obispo y que la atendiera en religión. Lo llamé y le expliqué la situación, su reacción fue espontánea: ‘No te preocupes Tito, la atiendo’, fue su respuesta. Y así fue. Lo que no sabíamos era que, en el momento de mi llamada, José Luis se encontraba en las tierras altas del Oriente chiricano, a horas de distancia de donde habitaba mi madre en Rovira, el lado opuesto de la provincia. Llegó bajo un aguacero torrencial y atendió a mi madre, con quien mantuvo una buena amistad, convirtiéndose en visitante frecuente. Para mí no hay mejor ejemplo de nobleza de espíritu y dedicación cristiana y de aprecio personal. José Luis continua manteniendo los mismos lazos de amistad con mi familia en Chiriquí.

Luego, estando en Roma, como embajador en Italia, me tocó varias veces encontrarnos durante sus visitas al Vaticano.

Para mí José Luis es un tipazo, un gran hombre, simpático, jovial, con buen sentido del humor, sincero, valiente, duro en negociaciones cuando requiere serlo, pero sobre todo un gran sacerdote que le hace honor al nuevo sentido de nuestra Iglesia que está forjando el papa Francisco.

No tengo la menor duda de que tendrá un papel importante en sus nuevas responsabilidades, solo ruego que no signifique dejar nuestra querida provincia.

BANQUERO Y EXDIPLOMÁTICO

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