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- 17/11/2023 00:00
¿La minería es realmente perniciosa?
Seguramente esta comparativa ya fue hecha, pero si realizamos un ejercicio de abstracción y retrotraemos condiciones semejantes a las actuales a un pasado conocido; y, además, cambiamos el tema de la minería por el de la construcción de una vía interoceánica (imaginando que la obra está a cargo de una empresa privada que se ganó la licitación pública), es muy probable que los sectores ambientalistas y otros grupos que hoy condenan la extracción de minerales a cielo abierto, por sus efectos nocivos sobre el medioambiente, también hubiesen rechazado el proyecto canalero por razones parecidas.
Existen antecedentes de ello. Como caso emblemático se puede pensar en el canal de Nicaragua, el cual, si bien no se concretó, tuvo entre los argumentos opuestos a su realización, precisamente, la condena por el impacto ambiental que tal proyecto de ingeniería humana tendría sobre la nación centroamericana. Otros ejemplos pueden enarbolarse, como el tren Maya en México; en donde nos encontramos, nuevamente, frente a una cuestión de naturaleza semejante: una obra producto del ingenio y tecnología humana que puede provocar daños sobre la flora y fauna circundante; además, de otro tipo de perjuicios, como, por ejemplo, sobre la salud de la población autóctona o incluso violentando terrenos que podrían contener importantes hallazgos en el ámbito de la arqueología e investigaciones aledañas. Y un ejemplo todavía más cercano fue la ampliación del Canal, frente a la cual se levantaron argumentos similares; y, sin embargo, hoy todos nos enorgullecemos por el Canal ampliado.
Evidentemente lo que aquí se busca consiste en construir una especie de analogía que nos permita imaginar una situación similar a la actual, pero reemplazando a la minería por la vía interoceánica. Si hoy decimos, ¡no a la minería!, siguiendo esta analogía, estaríamos hoy, bajo un razonamiento semejante, esgrimiendo lo siguiente: ¡no al Canal! Y no es ningún secreto que el Canal representa hoy por hoy una de las principales fuentes de ingreso de nuestra nación.
No quiero dar la impresión de que estoy siendo el abogado del diablo, pues la línea argumentativa de este artículo apunta hacia otro lugar; básicamente, consideramos que existe una diferencia entre lo que, por un lado, podríamos amparar bajo el imaginario relativo al Tratado Torrijos-Carter y por el otro, bajo la ley 406. Dicha diferencia estriba sobre el asunto de quién sería el principal beneficiado de este 'emprendimiento'.
En el primer caso, los recursos generados por el Canal, deben, en teoría, alimentar a las arcas estatales (más de dos mil millones de dólares), lo que, en teoría -nuevamente- tendría que ser empleado para generar una serie de condiciones que impacten de forma positiva sobre la población civil: mejores servicios de salud, educación, infraestructura, etc. ¿Ocurre esto con la ley 406?
Solo en 2022, Minera Panamá tuvo ingresos por exportaciones de minerales por una cifra superior a los dos mil millones de dólares, y con una ganancia de más de $800 mil millones. Este año -hasta septiembre- las cifras son similares. Frente a esas desorbitantes sumas, ¿qué significarían los $375 millones anuales que supuestamente ingresarían a las arcas del Estado para, por ejemplo, costear el fideicomiso de la CSS y otros subsidios?, ¿por qué el ingreso que recibiría el Estado no puede ser superior a lo que nos venden actualmente como un logro histórico? Así pues, no parece que el país se esté llevando una buena tajada del pastel, más bien da la impresión de que los beneficiados siguen siendo los de siempre. Vista de esta forma, la ley 406 se parece a una especie de Arias-Roosevelt: se aumenta el pago de la anualidad, pero esta sigue siendo una cifra insignificante en comparación a la totalidad que genera el 'emprendimiento'.
Mi intención es que evaluemos el asunto de la minería desde otro ángulo, alejándonos de la crítica ambientalista y pensando el asunto a partir de otra mirada; ¿es realmente la minería, en sí misma, el problema?, o quizás, el asunto peliagudo debe ser hallado en otro lugar. Y si damos con ese escollo, ¿podríamos darle a la minería una nueva oportunidad? No tengo respuestas para estas interrogantes, pero quizás valdría la pena discutirlas.