• 26/08/2014 02:00

¿Armagedón o liberación nacional?

"No pretendo presagiar el apocalipsis de la humanidad, pues no soy profeta ni deseo serlo"

La sangrienta y desigual batalla desarrollándose en el Medio Oriente entre palestinos y hebreos, causando la muerte y sufrimiento de inocentes sin, aparentemente, considerar la posible implicación para el resto del planeta me impulsa a reflexionar. No soy ‘religioso’, pero creo que hay fuerzas superiores en el universo y que existe la posibilidad de que la hemos desatado y al final del día, no podremos controlarlas.

¿Será posible, me pregunto, que las profecías bíblicas de un Armagedón puedan ocurrir? Como dije, no soy ‘religioso’, pero soy estudiante de la historia. Sé que hemos inventado y desatado horrendos instrumentos de destrucción masiva, bajo el pretexto de establecer un milenio de paz y tranquilidad. Nuestros motivos reales han sido y sigue siendo la soberbia, la codicia y el deseo de poseer y controlar los recursos del planeta y el dominio de otros seres humanos.

No pretendo presagiar el apocalipsis de la humanidad, pues no soy profeta ni deseo serlo. Los profetas tienden a sufrir las consecuencias de sus profecías... ¡cumplidas o no! Empero me es difícil imaginar que seres pensantes supuestamente ‘morales’ y ‘religiosos’, sabiendo que sus naciones —históricamente beligerantes, convulsionadas por celos, odios religiosos, en donde las pasiones tienden, casi siempre, a triunfar sobre la razón, donde existen armamentos de obliteración masiva— jugarían con mechas incandescentes capaces de destruir, tal vez sin desearlo, al planeta.

¿Cómo explicamos honestamente que los israelíes hoy cataloguen a ‘Hamás’ como ‘terroristas’, si ellos, en su lucha por la creación de Israel utilizaron igual metodología? Ejemplo, la destrucción en 1947 del hotel ‘King David’, que impulso a los ingleses a abandonar Palestina. Para los ingleses la explosión del hotel fue un acto terrorista aprobado, por el ‘Haganah’ —organización paramilitar sionista y ejecutada por el Irgun, su brazo militar. Sus líderes, David Ben Gurion, Menachem Begin y Moshe Dayan, fueron catalogados como ‘terroristas’. También es cierto que tanto Hamás (hoy) e Irgun (ayer) luchaban contra poderes militarmente superiores, teniendo ambos la misma meta, una nación.

Las raíces del conflicto, opino, yace principalmente en las razones políticas y sicológicas por las cuales se creó el Estado de Israel: a) El antisemitismo vigente de los europeos y de los norteamericanos, quienes deseando aplacar sus conciencias por las persecuciones cometidas no solo por los nazis, sino por ellos, y su apoyo tácito, al inicio, basados en sus temores de la influencia económica de los judíos; b) La convicción de Teodoro Herzl de que la única manera de escapar a dicha persecución antisemita era el establecimiento de un Estado hebreo; c) La ubicación del nuevo Estado, que desalojo de sus tierras a los palestinos, abanicando las llamas del nacionalismo árabe-palestino y el nacionalismo emergente de los nuevos emigrantes. Ya no eran judíos-rusos ni judíos-españoles ni judíos-polacos o franceses, ¡ahora eran israelitas!

Curiosamente para Herzl, la ubicación ideal del nuevo Estado no era Palestina. Recomendó a Argentina o Uganda, como posibilidades. Además, dos espinas adicionales complicaron y complican una resolución pacífica: a) La ‘Ley del Retorno’, mediante la cual los palestinos desplazados poseen el derecho de retornar’, algo que no ha ocurrido; b) El hecho de que se creó un Estado ‘judío’, denominación que tiende a obviar la posibilidad que los ‘no judíos’ puedan disfrutar el poderío nacional. Esta realidad fue una de las causas por las cuales en 1975 la ONU declarara y luego repudiara en 1991 que el ‘Sionismo es una forma de racismo’.

Para los palestinos, numéricamente inferiores, Israel es racista y de allí el odio y las llamadas para su obliteración.

¡La existencia de Israel es imborrable e innegable! ¡Tiene derecho de existir! Nunca deberán sufrir las persecuciones y atrocidades que han demarcado su existencia. Pero, dicho derecho no justifica el vestirse como sus antiguos persecutores.

Con igual convicción y fervor, los palestinos tienen igual derecho a un Estado libre y soberano. Igualmente, tienen que acatarse a normas de la ONU.

Opino que les corresponde a los países histórica e intelectualmente culpables por la existencia del conflicto y aquellos que han tratado de negar responsabilidad encontrar y encaminar pragmáticamente a los beligerantes hacia una verdadera solución. ¿Profecía o liberación? ¡El tiempo dirá!

*ESCRITOR Y CATEDRÁTICO UNIVERSITARIO.

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