• 09/02/2017 01:02

Los nadie, los alguien y los cualquiera

SER NADIE

SER NADIE. Cuando éramos jóvenes nos entreteníamos en los juegos colectivos y, viéndolo bien, el juego en sí era secundario, lo primario era compartir. Ahora, con los videojuegos, ha habido un giro de 180 grados: lo que vale es el juego en sí. Jugamos con nosotros mismos. Se trata de una emoción del momento: una estimulación sensorial inmediata que resulta emocionalmente atrayente. Este ‘entretenimiento' que, incluso se hace adictivo, nos resta tiempo para ir construyendo nuestro propio yo: no aprendemos hechos concretos ni la relación que tienen entre sí y en nosotros mismos. Los videojuegos nos excitan y eso es lo que nos atrae. Los seres humanos buscamos recompensas con nuestras acciones, aunque no lo estemos pensando. Un aplauso después de un discurso, una buena nota en un examen, un ascenso en el trabajo, etc. Pero para eso se requiere tiempo y esfuerzo, pero los cualquiera viven el aquí y ahora.

No debemos olvidar que las neuronas están interconectadas entre sí por billones de redes, la cuales son flexibles a los estímulos; pero si una red neuronal recibe siempre el mismo estímulo, se hace rígida. Eso puede ocurrir con los videojuegos. Si se juega con frecuencia, la red neuronal va perdiendo plasticidad. Podríamos decir que antes de los videojuegos, la mente se enriquecía con las lecturas y los debates, y que constantemente esa plasticidad era cambiante, al ir adquiriendo nuevas experiencias; pero ahora, las hacemos rígidas por la penetrante actividad de las pantallas. Esto hace que estas personas se vayan aislando del entorno y sean los Nadie.

SER ALGUIEN. A pesar de que no somos los mismos de hace un minuto porque en ese lapso el cerebro ha realizado millones de reacciones químicas, conservamos nuestra identidad, que dura una vida. Hay que diferenciar entre mente y personalidad. La mente es la forma como nos vemos a nosotros mismos y la personalidad es como nos ven los demás. No actuamos en forma aislada. De allí que la plasticidad de la mente varia constantemente en la medida en que interactuamos. Pero aquí vienen los problemas, dados por el avance tecnológico. Ser Alguien es tener una identidad. Vale decir, el mapa de las redes neuronales esta flexible pero justo mantiene la identidad del yo que la forma. Es flexible por la plasticidad que hace que el cerebro se adapte, que aprenda de su entorno, que incluso, en algunas circunstancias, pueda compensar los efectos de daños y lesiones. Somos el producto de nuestra propia historia que cambia cada segundo. Repetimos: los vaivenes de la existencia diaria dejan en el cerebro una marca, que es guardada, en casi su totalidad en el inconsciente; pero son justamente esas marcas las que constituyen nuestra identidad. Es hasta los 3 años en que los niños tienen sentido del yo. En fin, Alguien es una persona que tiene su propio criterio.

SER CUALQUIERA. Sintetizando podemos decir que Cualquiera es el que admite las creencias de otros sin procesarlas analíticamente, es decir, sin analizarlas. Si Juan cree que la Tierra es plana yo también, lo creo. Los Cualquiera son los que están inmersos en una cultura que la creen inmutable. Los ejemplos son interminables: la cultura de la medicalización (hay que ir al médico hasta para que se le enseñe a cepillarse los dientes); la de la curación (la salud se obtiene con medicinas), el bombardeo mediático, etc. Pero los Cualquiera no nacen Cualquiera, van aprendiendo por repetición. Si un niño desde la cuna escucha por ejemplo que Dios no existe, lo aprende, y si a esos se le agregan actos de brujería que sus propios familiares hacen a diario, el aprendizaje es mayor. A este tipo de aprendizaje se le ha llamado !baja excitación, alta frecuencia!, porque se repite casi a diario sin sobresaltos. Hay rituales religiosos que implican altos niveles de estimulación emocional y sensorial, pero no se hacen de manera constante: ‘Alta excitación y baja frecuencia'. En estos mecanismos para crear a los Cualquieras no se anula al individuo como los Nadie, sino que se somete a una narrativa dominante, que no es individual sino colectiva.

Es lamentable tener que aceptar que a medida que avanza la globalización financiera con todas las técnicas a su disposición, los Nadie y los Cualquiera van en vertiginoso ascenso, en tanto que los Alguien van en picada.

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