Los capturados fueron ubicados en la comarca Ngäbe-Buglé, las provincias de Veraguas, Los Santos y Panamá
El año 1958 fue políticamente convulso tanto para Panamá como para el Perú. En el periodo que va desde 1950 a 1965, el Perú tuvo una tasa de crecimiento anual de 5.6%. Después de 1958 subió a 8%, “una cifra muy por encima de las otras naciones latinoamericanas por entonces” (Gilbert, 1982, citado por Laurent, 2011). Sin embargo, la abundancia de discursos anticapitalistas que invadían las plazas preocupó a las dos capitales que decidieron reimpulsar sus relaciones diplomáticas y brindarse espacios recíprocos para el desarrollo empresarial. Así, la cancillería peruana nombra a José Francisco Mariátegui Parodi embajador en Panamá con la expresa misión de impulsar y fortalecer las relaciones comerciales bilaterales (Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Resolución Suprema 440 del 23 de junio de 1958; MRE, Caja 5-20-A,of.232,doc.232,1958).
El 1° de agosto de 1958 llegó el embajador Mariátegui a Panamá siendo recibido por Camilo Levy Salcedo, entonces Director del Ceremonial del Estado, quien transmitió los saludos de bienvenida del Presidente Ernesto de la Guardia Jr. y del canciller Miguel Moreno Jr. Además de Levy, se encontraron en el aeropuerto los diplomáticos peruanos José Alvarado Sánchez -que se había desempeñado como Encargado de Negocios hasta el 31 de julio-, Julio Piedra -agregado comercial-, Manuel Villar -cónsul general en Panamá- y el funcionario administrativo Javier Reátegui. El flamante embajador fue conducido al “Panama Hilton” donde se alojó y ofreció un cóctel para la comitiva de recibimiento y un reducido número de compatriotas (MRE, Caja 5-20-A,of.251,doc.251,1958). El 5 de agosto, por la mañana, José Mariátegui visitó al canciller panameño para presentarle la copia de sus Cartas Credenciales así como para entregar las Cartas de Retiro de su antecesor. En el encuentro participó también Camilo Levy. En sus anotaciones, el diplomático inca consignó sus primeras impresiones acerca del canciller Moreno a quien elogió por su cultura, su capacidad memorística y su acotado conocimiento de la historia común panameño-peruana. En sus apuntes, Mariátegui señala que hablaron del intercambio comercial y de la conectividad aérea entre capitales de la que gozaban en ese momento así como de la situación del continente en el contexto de la Guerra Fría (MRE, Caja 5-20-A,of.252,doc.252,1958).
El 12 de agosto, también por la mañana, Mariátegui fue recibido por el Presidente Ernesto de la Guardia Jr. siguiendo un estricto ceremonial diplomático. Fue recogido del “Panama Hilton” por el embajador Levy, los subdirectores de protocolo Rodolfo Castrellón y Ricardo Cucalón, y el edecán presidencial Teniente Coronel Raúl Arias Espinoza. Por su parte, la comitiva peruana estuvo integrada por Alvarado, Piedra, Villar y Reátegui. Se desplazaron en dos autos escoltados por numerosos motociclistas de la Guardia Nacional hasta la “Plaza 5 de mayo” en la Avenida Central donde los esperaban dos pelotones de caballería que se colocaron delante y detrás del convoy diplomático.
Al llegar al Palacio de las Garzas se entonó el himno nacional peruano luego se saludó al pabellón panameño. Mariátegui y la delegación peruana subieron -acompañados por Levy y el secretario privado del Presidente de la República- hacia el Salón Amarillo donde los esperaba Ernesto de la Guardia Jr. conjuntamente con el pleno del Gabinete de Ministros.
En la conversación que siguió a continuación, el Presidente panameño recordó su personal amistad con el Presidente Manuel Prado y, en un gesto de amistad que escapaba del protocolo, tomó del brazo a Mariátegui y le mostró los nuevos frescos del Salón Amarillo donde habían retratados momentos comunes a la historia de los dos países. Seguidamente hablaron del potencial minero peruano y de los recursos agrícolas panameños. Concluida la charla, el embajador peruano y su delegación salieron al patio principal del palacio donde se escuchó el himno nacional de Panamá. Regresaron después al Hilton donde Mariátegui ofreció un cóctel para cincuenta personas al que asistieron los miembros de la comitiva panameña, de la peruana, las autoridades del Ejecutivo panameño y ediles, así como del colegio “República del Perú”. Terminado el agasajo, Mariátegui visitó al Nuncio Apostólico Mons. Paul Bernier en su calidad de decano del cuerpo diplomático y avisó por escrito a las otras legaciones diplomáticas que había empezado funciones en el istmo (MRE, Caja 5-20-A,of.253,doc.253,1958). Cinco días después, en su informe final, Mariátegui propuso a Lima condecorar con la Orden del Sol al Presidente y canciller panameños.
Panamá y Perú comprendieron que debían trazar nuevas rutas con el doble propósito de empoderarse económica y geopolíticamente. “A la vista estaban las ‘milagrosas’ recuperaciones de Alemania y del Japón, más una gama de naciones destruidas luego de la última guerra mundial” (Laurent, 2011) además de los “tigres asiáticos”. Diez años después, en 1968, Panamá y Perú -imbuidos de un espíritu socialista- giraron la brújula dando paso a sus propias experiencias nacionalistas con los generales Torrijos y Velasco respectivamente.