• 03/11/2023 00:00

Nuestra panameñidad y el 3 de noviembre

En esta fecha insigne encontramos también los impulsos contradictorios de separación y unión [...]

Nuestra nacionalidad panameña cumple años todos los 3 de noviembre, no así nuestra panameñidad, esa condición perenne de múltiples variables étnicas, culturales, sociales y religiosas que nos distingue de otros países o ciudadanos del mundo.

El 3 de noviembre en sí es una síntesis política de nuestra forzosa disgregación de Colombia, fecha a la vez identificada con la unificación nacional de nuestro territorio istmeño para formar la República de Panamá a inicios del siglo XX.

De hecho, ese día es un momento de profunda homogeneidad entre nuestro espacio nacional, la realidad temporal de su creación y la de nuestra permanencia material posterior, que hoy cumple 120 años (1903-2023).

En esta fecha insigne encontramos también los impulsos contradictorios de separación y unión; la conciencia de nuestro destino y el carácter trágico de nuestra independencia, componentes importantes de nuestra propia panameñidad. Solo leer o escuchar los versos de “Panamá defendida” de José Franco o contemplar las pinturas murales de Roberto Lewis en el Palacio de las Garzas.

En cierto sentido, el 3 de noviembre es simultáneamente madre y tumba de nuestra realidad panameña, al dar a luz a esa búsqueda ardiente de los lazos que nos unen, pero que asimismo los entierra en esta bella tierra istmeña ante la infinita riqueza del mundo, con el cual debemos reconciliarnos por ser nosotros parte integral de la heterogeneidad humana que puebla nuestro planeta.

Por eso, la expresión más elemental de nuestros instintos artísticos, políticos y sociales tienen un carácter defensivo, muy masculino, siendo en gran parte una colectivización de nuestra vida nacional, por esa fascinación con los impulsos contradictorios mencionados arriba que complementan nuestro destino y son percibidos como una unidad superior de nuestra independencia.

Aquí cabe considerar la filiación histórica panameña, tanto precolombina como hispana y su posterior periodo republicano, por sus aportes a nuestra panameñidad.

A pesar de su maravilloso despliegue de orfebrería, cerámica polícroma y estatuaria monolítica, aún es difícil determinar cuál fue el elemento unificador de nuestras sociedades indígenas prehispánicas, o su secuencia cronológica, o sus interrelaciones culturales y religiosas. Su panameñidad, desde su horizonte paleoindio hasta sus etapas arqueológicas posteriores, es más prevalente por su mestizaje de sangre y cultura que por la inmensa tristeza causada por la catástrofe de su derrota a manos de españoles.

El carácter de la conquista en Panamá y su consecuente coloniaje es igualmente complejo, porque fue cultural y dialécticamente tanto medieval como renacentista, al ubicarse entre estas dos épocas del siglo XVI, con todas sus contradicciones. Tanto así que el fundador de Panamá, primer capitán general y gobernador de Castilla del Oro (Real Cédula de 27 de julio de 1513), fue ni más ni menos que Pedrarias Dávila, todavía con su elan caballeresco del Medievo, conocido como el Gran Justador.

Pero afortunadamente nuestra herencia española es abierta y universal, indiferente a la realidad que la sustenta, aportando unidad a nuestra panameñidad y a su genio como pueblo, con esa suma de disposiciones y limitaciones particulares que nos dan nuestra visión del mundo y nuestro lenguaje en el presente periodo republicano.

Por eso llenamos nuestro alrededor con una vocinglera presencia que se pierde en el vacío que creamos con nuestro bullicio. Nadie aquí habla en voz baja pues gritar es un acto ritual de abundancia y poder. Todo es ocasión para reunirnos en fiestas nacionales, locales, gremiales o familiares, como si el desperdicio de tiempo en jolgorios nos fortaleciera.

En ese remolino de desorden general se borran responsabilidades individuales, con marcada indiferenciación social, con total ruptura de lo establecido para regir una sociedad heterogénea como la panameña, a la que estamos profundamente ligados en el tiempo y espacio actual.

Quizás todo esto sea herencia de ese mestizaje colonial creativo y extenso que comenzó en 1501 y a la existencia de esa llamativa geometría de colores y castas sociales que hoy tipifica nuestra panameñidad, tal búsqueda y momentáneo hallazgo de nosotros mismos como panameños cada 3 de noviembre.

Exfuncionario diplomático
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