Los registros históricos exponen que el abogado e internacionalista don Ricardo J. Alfaro inició gestiones legales desde 1920 para establecer la Academia Panameña de la Lengua (APL), en línea con un acuerdo de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) de 1870 para crear academias americanas. En atención a estos objetivos, se acordó con un grupo de intelectuales y estudiosos instaurar la correspondiente institución en Panamá.
Se cuenta que la entidad se fundó y que se llevó a cabo un encuentro en el Aula Máxima del Instituto Nacional con 18 intelectuales panameños como miembros fundadores, incluyendo entre otras figuras a Ricardo Miró, Belisario Porras, Guillermo Andreve y Samuel Lewis García de Paredes, quien fue su primer director. Se designó a Eduardo Chiari tesorero y al poeta Miró, su secretario perpetuo.
Entre sus primeras tareas, la APL se planteó la promoción del idioma; es decir, fomentar el buen uso del español en Panamá. Además, la recopilación de panameñismos, que implicó desarrollar un léxico de voces propias del país (neologismos y arcaísmos) para su envío a la RAE como posible inclusión en el diccionario. Se brindó asesoría lingüística para resolver dudas idiomáticas a través de seminarios y consultas directas.
Se estableció igualmente un programa de publicaciones y actividades; entre ellas, la convocatoria a académicos, organizar encuentros literarios y apoyar iniciativas culturales relacionadas con el idioma. Hay que destacar aquí la edición de un Boletín, uno de los principales vínculos con la sociedad panameña para divulgar el producto de las reflexiones, estudios y hallazgos en cuanto a la cultura lingüística del país.
Este boletín fue el órgano de difusión fundamental en la historia del colectivo y que permitió la publicación de trabajos de sus académicos sobre la lengua española, la literatura y los panameñismos. Juan Antonio Susto en el boletín en 1934 aportó una valiosa información sobre la historia colonial, que posibilitó tener constancia de los antecedentes que consolidarían un perfil sobre el uso del idioma en el país.
A unos meses de celebrarse el centenario de la APL, aparece un nuevo ejemplar del Boletín de la Academia, que inaugura la octava época y que, según el director Jorge Eduardo Ritter, reafirma “su compromiso con la comunidad intelectual y con los objetivos que orientan su labor académica”. En la presentación de la publicación, Ritter agregó que “[S]u reactivación recupera una tradición editorial que reafirma la identidad institucional y devuelve al público un espacio para conocer las reflexiones e investigaciones de la Academia”.
La dirección del boletín ha sido confiada a la profesora Margarita Vásquez, quien resalta que este primer número de la octava época “muestra caminos que conducen a la búsqueda de medios para sostener y mantener entre tan asombrosos cambios en la comunicación humana, los objetivos, las funciones e integración institucionales”. Augura por tanto que ofrecerá “muestras de la fuerza esencial que es capaz de movernos y obrar sobre la vida, hasta alcanzar las más altas realizaciones exitosas”.
En su contenido el primer boletín de esta etapa incluye varios discursos que se han ofrecido en la sede institucional; además varios estudios relacionados con el “cervantismo”, a cargo Rodolfo De Gracia, María Teresa Gallego y Daniel Domínguez. Aparecen también investigaciones lingüísticas, lexicográficas y literarias de los miembros de la APL Martín Jamieson Villiers, Melquiades Villarreal Castillo y Rogelio Rodríguez Coronel.
En un apartado sobre otros textos, se publican estudios sobre la obra de Darío Herrera, Horas lejanas y “Ernest Hemingway y la dignidad del hielo sumergido” de Andrea Puertas. Al final, se presentan algunos documentos institucionales y el informe de gestión de 2025.
El lanzamiento de este boletín da un nuevo brío a una tarea que se acerca a su primer centenario y que consolida un estudio trascendental a una de las herramientas básicas de los panameños: el habla, como principal vínculo de comunicación y de identidad nacional. Auguramos que esta edición cumpla un papel fundamental en el desarrollo de conocimientos nuevos y permita dar un salto cultural en el país.