• 27/07/2016 02:03

Opción de lectura

Existe un paradójico divorcio entre las generaciones y por tanto, en los hábitos de lectura

El periodista y escritor Gil Blas Tejeira tenía la convicción del papel de la lectura en fortalecer la formación del individuo y brindarle herramientas para la comunicación. En su caso, autodidacta y siempre interesado en el mundo que se abría a los ojos de quienes se introducían en las páginas, pudo nutrirse de la riqueza literaria y gracias a la observación de costumbres, consolidó un universo creativo en torno a la vida rural nacional.

Tejeira escribió en diarios locales. Cada día analizaba los acontecimientos y dedicaba tiempo a la búsqueda de expresiones propias de la población y con ellas fue configurando un modelo del habla común istmeña. Sus novelas, colección de cuentos y crónicas son los textos que resultaron de esta tarea intelectual que le permitió convertirse en miembro de la Academia Panameña de la Lengua.

Mientras trabajaba en su columna periodística en uno de los tabloides del país, una de las editoriales españolas anunció la publicación de una serie de libros que constituían clásicos mundiales de todos los tiempos. La colección era denominada biblioteca básica, porque contaba con títulos que eran de obligatoria adquisición y conocimiento. Por esa razón, Tejeira, junto a un grupo de colegas, estimuló y divulgó esta novedad bibliográfica.

Algunos patrocinadores adquirían el total del novedoso repertorio de obras universales y lo donaban a bibliotecas escolares, sobre todo en las provincias; pues en esa época era difícil conseguir buenos libros en esas áreas. Quizá algunos centros todavía conserven los ejemplares que deben haber pasado por las manos de varias generaciones y estas, bebido de la excelencia de los contenidos.

Hace unas semanas, se presentó el resultado de una encuesta realizada durante la Feria Internacional del Libro de 2015, en que se consultó al público que asistía a dicha actividad sobre sus inclinaciones de lectura. Los saldos dieron un diagnóstico que demuestra el bajo nivel, pese al interés de la muestra consultada por fortalecer esta práctica. Casi todos los estudios y balances que se hacen sobre este tema, brindan iguales indicadores.

Por esta razón, resulta una noticia de impacto, el anuncio que se hizo recientemente sobre el establecimiento de la Editorial Biblioteca Nacional, que tomará los principales nombres de la literatura panameña para reimprimir sus obras más sobresalientes. En esa actividad, fueron presentados los tres primeros trabajos; Los caballos estornudan bajo la lluvia de Dimas Lidio Pitty, Pueblos perdidos de don Gil Blas y Los clandestinos de César A. Candanedo.

Se mencionó otros autores cuyas producciones están agotadas o son menos conocidas, pero de importancia para conocer cuál ha sido el itinerario de las letras nacionales. Han salido a relucir Esther María Osses, Justo Arroyo, Roberto Luzcando; también ensayistas de la primera mitad del siglo XX, que contribuyeron a fortalecer el nacionalismo, gracias a una prosa profunda y una capacidad de escrutar el espíritu del pueblo y sus instituciones.

Existe un paradójico divorcio entre las generaciones y por tanto, en los hábitos de lectura. El surgimiento de los aparatos brindados por la tecnología, ha cambiado el perfil y las dinámicas de comunicación en perjuicio del discurso escrito; además, se ha comprobado que hay un desmejoramiento en las escuelas para alcanzar capacidades de comprensión y concentración en aquello plasmado en las páginas.

Estas circunstancias y el uso de formas dialectales irregulares, que promueven los medios audiovisuales y productos como videos, música regional y local, han traído como consecuencia una confusión y empobrecimiento de la expresión y la primacía de un conjunto de vicios que dañan unidades como la palabra y enlaces que dan forma tanto a la locución como a la redacción.

De allí el valor de esta biblioteca con los mejores ejemplos de nuestra comunidad de escritores y su legado cultural tan enriquecedor.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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