• 13/07/2022 00:00

Sobre orígenes y protagonistas de la insurrección popular de 1789

Uno se mueve porque busca alguno bueno, o al menos supuestamente bueno, y porque cree que puede alcanzarlo a través de unas actividades concretas

Desde sus inicios el movimiento revolucionario que dio origen a la revolución francesa, ha sido objeto de lecturas diferentes, de interpretaciones divergentes e incluso de concluimos contrapuestas. Este acontecimiento que transformó las estructuras económicas, sociales, políticas y jurídicas de la Francia del siglo XVIII, puso fin al antiguo régimen y estableció las bases de un nuevo orden.

Al celebrarse el primer centenario de la revolución francesa, su rechazo o adhesión constituyó el criterio básico para distinguir la izquierda republicana de la derecha. Para la primera, la “revolución es una hermosa y eterna promesa por la que siempre se debe luchar, mientras que para la segunda. fue un error terrible que deberá borrarse de la mente”. Desde el punto de vista historiográfico, las interpretaciones sociales y económicas han tenido un peso especifico en la explicación de los orígenes del movimiento revolucionario, aunque esta corriente ha dado paso a una interpretación más culturalista. El historiador Ernest Labrousse, es un digno representante de la tendencia económica. Según este autor, la crisis revolucionaria “es vista en términos de factores económicos, sobre todo de corta duración, en particular un movimiento gestado a raíz de la crisis de subsistencia y de las fluctuaciones de los precios y salarios”. Sin embargo, aun predomina en muchos estudios una visión tradicional que busca la génesis y el desarrollo del movimiento en factores puramente políticos, es decir, en las crisis y agotamiento de modelo político vigente, entiéndase del absolutismo monárquico como forma de gobernar, en el caduco sistema socioeconómico y en la profunda crisis económica y financiera por la que atravesó Francia a finales del siglo XVIII.

Sea cual fuese el origen de la revolución, lo cierto es que ella se desarrolló como un proceso histórico-social en el que participaron, en diferentes coyunturas, distintas clases y grupos sociales con intereses muchas veces opuestos y contradictorios. De allí que Marx haya dicho que “la revolución francesa fue un episodio clave en la lucha general de clases”. En este sentido, el historiador George Rudé sostiene que “aunque hay cierta tendencia a reemprender la discusión de las causas de la Revolución Francesa, la mayor parte de los historiadores han aceptado la tesis de que la revolución fue producto de un conflicto de clases sociales, más que el resultado de una conspiración tramada por filósofos, abogados, funcionarios descontentos o francmasones”.

En cuanto a los actores sociales, vale señalar que en el movimiento revolucionario participaron como protagonistas principales tanto las clases populares (obreros, campesinos y grupos populares urbanos) como diversos sectores de la burguesía francesa. Las difíciles condiciones materiales de la sociedad y economía francesa de la segunda mitad del siglo XVIII, crearon las condiciones propicias para este tipo de revueltas populares.

En tal sentido, es importante señalar que una característica de la Francia del siglo XVIII, era que las protestas estaban a la orden del día. El descontento social se manifestaba de diferentes formas: protestas, motines, alzamientos, disturbios, saqueos de tiendas, paros, huelgas, etc. Estas manifestaciones de protestas tenían diversas y complejas causas, aunque era evidente que para la época existía una gran crisis económica y social caracterizada por la escasez y carestía de alimentos, hambre y elevados precios de los productos básicos provocados muchas veces por las malas cosechas, por el acaparamiento y la especulaciones de los precios por parte de ciertos comerciantes y mercaderes; además de las trabas del sistema de organización de la producción y comercialización de los productos que imponía el sistema feudal reinante.

Tales condiciones objetivas fueron el germen de la revolución social de 1789. Las clases populares jugaron un papel fundamental en la gestión, desarrollo y consolidación de aquellos acontecimientos. Sin embargo, estos sectores no llegaron a liderar las protestas, porque fueron movimientos muchas veces dispersos, aislados y esporádicos, además dichos grupos no tenían una clara conciencia de clase, ni un proyecto político definido, aunque reconocían, la necesidad de acabar con el sistema político imperante. En esto coinciden con los sectores de la burguesía, quienes al entrar en contacto con aquellos toman la dirección del movimiento y organizan las formas de protesta y de lucha contra los miembros del primer y segundo estado, o sea, el clero y la nobleza y contra la monarquía absoluta reinante.

Es aquí donde empieza el papel revolucionario de la burguesía. Sin un aporte efectivo, la insurrección popular de 1789 no hubiese podido llevarse a cabo con éxito, pues faltaba la dirección y el liderazgo político de los diputados, abogados, periodistas, redactores de panfletos y electores del tercer estado, quienes estaban en una mejor posición ideológica y política. De hecho, dice Rudé, una de las grandes lecciones de la Revolución Francesa “había de ser que el movimiento popular, por militante y amplio que fuese, sólo podía tener éxito y subsistir como fuerza revolucionaria efectiva en tanto que estuviera aliado a un sector importante de la burguesía; y recíprocamente, la burguesía sólo podía llevar a cabo su misión histórica de destruir las relaciones feudales de propiedad si ellas o una parte importante de ella, mantenía su contacto con las amplias masas populares de la ciudad y del campo”.

Docente universitario
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