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- 07/09/2023 00:00
El país secuestrado, cuento de horror (II)
La monótona cotidianidad en el país secuestrado se ha visto alterada. Poco a poco, una llama que se pensó consumida hacía mucho tiempo, volvió a arder. En principio, no fue más que una chispa, apenas nada contra la oscuridad reinante. Como algunas chispitas anteriores, se pensó que su destino sería igual, un atisbo de brillo que sería rápidamente devorado por la negrura de la realidad.
Pero no fue así. De manera milagrosa, la chispa cayó sobre una tierra seca, llena de rastrojos resquebrajados cuya humedad les había abandonado, sin dejar recuerdo alguno de lo que era el verdor mojado del ayer. El mensaje que envió el pitoniso rebelde caló profundamente en el sentir de los ciudadanos del país secuestrado.
Las autoridades trataron de desvirtuar la veracidad del mensaje a toda costa, del mismo modo que atacan la verdad y los valores, cuando se atreven a asomarse en el horizonte del país secuestrado. La verdad ha estado prohibida, so pena de escarnio público, desde hace décadas.
- No es más que un cuento de horror, una oscura fantasía de algún rebelde traidor. Hasta usaron un perfil falso para transmitirlo.
“¿Pero, si es falso, por qué utilizan tantos recursos para desmentirlo?”.
- ¡Guardias, apresen a este sedicioso que se atreve a cuestionar la palabra de la autoridad!
Eventos similares empiezan a suceder en todo el territorio nacional. La gente, otrora callada y sumisa, se arriesga y alza su voz cuestionando a las autoridades delincuentes.
Si bien cada valiente es encarcelado, al poco tiempo las autoridades se dan cuenta de que la llama ha crecido de tal manera, que ahora es un fuego incontrolable cuya luz empieza a tragarse la oscuridad que ellos habían esparcido por cada rincón del país secuestrado.
- ¡Maten algunos, carajo, que así se acobardan nuevamente!
Y en efecto, asesinan a varios ciudadanos. Pero el resultado es diametralmente opuesto al que esperaban. Con cada crimen legalizado, dan más credibilidad al mensaje de la visión del pitoniso rebelde. “Habrá gran violencia. Sangre en las calles...”.
Lejos de acobardarse, los ciudadanos despiertos del país secuestrado se llenan de un fuego interno, un calor indescriptible que no saben explicar. Es una mezcla de miedo, enojo, y deseo de libertad. Así como la vegetación robada de humedad se vuelve combustible feroz ante las llamas, de la misma manera un pueblo robado de la esperanza se vuelve feroz ante sus opresores.
“Casi nos han quitado todo. Hay poco que perder, pero tenemos todo por ganar”.
El parapeto creado por las autoridades delincuentes va quedando expuesto, a los ojos de cada vez más ciudadanos despiertos. La luz de la llama deja ver con claridad los extremos del escenario que han montado por décadas los pillos, que ahora empiezan a correr. Nos vendieron una obra en la cual vivíamos en pobreza e ignorancia porque nuestro país era pobre. Pero no es así. ¡Nuestro país es rico, pero ha sido secuestrado por pillos que se turnan para saquear!
Mientras los partidos políticos tradicionales se vendían como defensores de la patria, y enemigos entre ellos mismos, con la luz de la llama los ciudadanos del país secuestrado pudimos ver que, tras bastidores, son todos parte de la misma banda de pillos, con banderas diferentes para confundir a una ciudadanía dormida. Pero no más.
Crece la llama. La luz alcanza más y más lugares, y en todos se pueden ver ahora con claridad los escenarios en donde las autoridades delincuentes montaban sus espectáculos falaces, en donde encima teníamos que pagar por ser engañados.
Surge un líder, de entre los visionarios. Es atacado por las autoridades delincuentes, quienes le temen. Los pillos mayores vierten sus vísceras en mensajes de odio en contra del nuevo líder, y tratan de plagiar su mensaje. Luego de haber sido responsables de todos los problemas que aquejan al país secuestrado, ahora tienen el descaro de mentir nuevamente, haciéndose pasar por víctimas, y diciendo que cambiarán por el bien de todos. Pero los ciudadanos siguen despertando, y ya no les creen.
En un intento desesperado, los partidos políticos claman por una gran alianza para “salvar al país”. Ese mismo país que no necesita que ellos lo salven, pues son ellos mismos quienes lo han tenido secuestrado. Y ya no hay vuelta atrás. La creciente llama ilumina cada vez más la realidad nacional. Ahora podemos ver con claridad el pillaje cometido por la basura que se turnaba en el poder. Educación, saqueada. Salud, saqueada. Agua, saqueada y contaminada. Producción agropecuaria, saqueada y olvidada. Sistema de leyes, saqueado y corrupto. Erario, saqueado. Capacidad adquisitiva de los ciudadanos, inexistente.
Lo único que creció durante las décadas que reinaron de manera indiscutida las autoridades delincuentes fue la desigualdad, y la pobreza de los ciudadanos del país secuestrado.
Pero la llama se encendió a tiempo. Si bien estamos aún saliendo de la enfermedad político-partidista, y de las leyes y entidades que favorecen y protegen a los delincuentes, estamos mejor. Ahora podemos ver. Ahora somos menos pendejos. Ahora sabemos que todos somos ciudadanos del país secuestrado, y que todos sufrimos por las mismas causas. El mal que nos hicieron y que nos mantuvo ciegos y enfrentados, nos ha abierto los ojos, y nos estamos uniendo.
Nos unimos ahora como debimos hacerlo hace mucho, un frente común que nos llevará por otro camino. Es normal que nos sintamos temerosos, inicialmente. Todo cambio genera temores. Pero el peor temor debe ser siempre el de ser esclavo en su propia casa, y eso ya lo hemos vivido. En el país secuestrado elegíamos a nuestro opresor. No más. Ahora cada ciudadano despierto levanta a su hermano caído, le quita la venda y lo invita a avanzar al grito de “¡Vamos!”.
Un final feliz, pero temporal, es apenas una probabilidad. ¿Será?
Dios nos guíe.