• 28/12/2016 01:01

Panamá necesita un ‘revolcón'

Panamá se enfrenta hoy a uno de los retos más importantes de su historia: o nos hundimos o seguimos adelante

Panamá se enfrenta hoy a uno de los retos más importantes de su historia: o nos hundimos o seguimos adelante. Creo que llegó el momento de tomar decisiones que, por muy difíciles que sean, vayan encaminadas a construir un nuevo país.

Este año que concluye en los próximos días, nos ha tratado muy duro, la imagen del país ha sido seriamente afectada por grandes escándalos que nos han aislado del mundo y las acciones del Gobierno han sido muy débiles a la hora de enfrentar los problemas.

Hoy más que nunca, recuerdo al candidato presidencial José Salvador Muñoz, quien en la campaña electoral de 1994 recorrió el país vendiendo la idea a los panameño de que Panamá necesitaba un revolcón. En una sola palabra Muñoz traducía la necesidad de hacer grandes transformaciones a un país que cuatro años antes había sido víctima de una invasión y que venía de 21 años de dictadura militar, en la cual debo reconocer se dieron avances importantes, pero también se cometieron muchos errores, principalmente la interrupción de la vida democrática que mal o bien vivía el país.

El presidente Guillermo Endara (Q.E.P.D) tuvo, entre 1989 y 1994, la gran oportunidad de diseñar un nuevo país y no lo hizo. Se tomaron algunas decisiones, entre ellas la eliminación del ejército, pero al final el país siguió funcionando con la misma Constitución de 1972. Se perdió una gran oportunidad, lo que hoy estamos pagando.

Han pasado 27 años desde el derrocamiento de la dictadura militar y hoy retumban en mis oídos los gritos de ‘Democracia, Justicia y Libertad' de aquellos miles de panameños que salieron con pañuelos blancos a las calles en la década del 80, convencidos de que el país había colapsado y que realmente se necesitaba un cambio de rumbo. Pero ¿qué hemos hecho en estas casi tres décadas para construir ese país que todos soñamos después del 20 de Diciembre de 1989? Debo reconocer que muy poco, ya que ni la Constitución hemos podido modernizar, seguimos con la misma de 1972, con algunos parches que en nada han resuelto problemas históricos que enfrenta el país. Seis Gobiernos, todos con defectos y virtudes, escándalos de corrupción, con una Asamblea Nacional arrodillada ante el Ejecutivo, magistrados de la Corte palaciegos y envueltos en graves escándalos, esperando, varios de ellos, la llamada del presidente de turno para tomar decisiones.

Si comparamos el país con un paciente en cuidados intensivos, creo que, por su gravedad, no podemos seguir tratándolo con acetaminofén y pañitos de agua tibia. Es hora de agarrar el toro por los cuernos y hacer los cambios que haya que hacer, aunque la medicina sea dolorosa y amarga. Necesitamos procesar con energía a todos los políticos y empresarios corruptos, reducir el presidencialismo exagerado en este país, donde cada cinco años los panameños escogen un rey en el Palacio de las Garzas, fortalecer las instituciones para que funcionen, cambiar a todos los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, como sugirió hace poco el verdugo de los delincuentes peruanos en la época de Fujimori y Montesinos y encontrar una fórmula que permita escoger a los mejores para ocupar estos cargos, cambiar la forma como se eligen los diputados y eliminar ese clientelismo político perverso que tanto daño nos ha hecho.

No podemos seguir permitiendo que cada cinco años la elección se convierta en una licitación donde gana el que más dinero tenga, dejando sin posibilidades a aquellos panameños que no cuentan con recursos económicos para hacer una campaña. El pueblo tiene que madurar y elegir a los mejores, pero esa tarea comienza desde los partidos políticos, ya que son ellos los que nos presentan su oferta electoral, luego de sus elecciones internas.

La Justicia tiene que jugar su papel y no dejarse manipular ni presionar de nadie. Es muy común escuchar que en Panamá a los grandes no les pasa nada y muchos pensamos que eso cambiaría, pero hasta el momento y por el camino que vamos, no hay nada que nos lleve a pensar lo contrario.

La impunidad reina en este país de cuatro millones de habitantes y esto es muy peligroso, porque el hastío y la frustración del pueblo pueden generar una explosión social de graves repercusiones o la elección de los conocidos falsos mesías que aparecen cada cinco años prometiendo el oro y el moro, pero al final llevan a los países por un camino sin retorno, peor que como comenzamos.

O nos unimos para reconstruir este país o simplemente quedémonos esperando a que el tsunami que se nos viene encima nos reviente en la cara.

PERIODISTA

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