• 22/08/2017 02:03

La oportunidad que Varela perdió

Al país hay que escucharlo, algo que han rehuido constantemente.

En la elección de 2014 fue derrotado Martinelli. La soberbia y cálculo del presidente de no dejar el poder, colocando a su esposa de candidata vicepresidencial, provocó su derrota, a pesar de invertir en la campaña el doble de sus contrincantes juntos.

Ni Varela ni Navarro fueron candidatos opositores. Por diferentes razones no enfrentaron a Martinelli. Los ataques del oficialismo al final de la campaña contra el panameñista, despejaron las dudas de quién era más oposición y lo hizo ganador con el 39 % de los votos. Ante el ‘triunfo inesperado', no hubo suficiente preparación para gobernar. El mejor ejemplo de ello lo dieron cuando no fueron capaces de proponer un buen candidato para director de la Caja de Seguro Social, permitiendo que un desconocido como Girón llegará allí.

Siguiendo la tendencia después de 1989, en la mal llamada ‘democracia', se siguió gobernando para las clases poderosas. Aquello del golpe militar de 1968 de excluir del poder político a quienes manejaban la economía, en este quinquenio se reforzó. Los intereses particulares de unos pocos, colaboradores de todos los candidatos, no necesariamente coinciden con aquellos colectivos que deben privar en las decisiones del Ejecutivo. Se profundizó nefasta práctica de regalar cosas al pueblo; el populismo de Martinelli continuo. Por cierto, al enorme costo de aumentar la deuda pública en más de 5000 millones de dólares.

Varela profundizó la dependencia hacia el Palacio de las Garzas: manipuló los votos para nombrar al contralor; la procuradora salió del Consejo Nacional de Seguridad; influyó en la reelección del presidente de la Corte Suprema; determinó la elección en la Asamblea de un magistrado del Tribunal Electoral panameñista; si bien no se compró a diputados por dos millones, como se hizo en el periodo anterior, el control de la Asamblea se consiguió con otras prácticas tan o más criticables que antes, porque incluyó recursos públicos que se dilapidaron. En fin, en la actual administración se ha continuado con la dañina práctica de centralizar en el Ejecutivo el control del aparato institucional del país, el cual se confunde en ocasiones con la dirección del partido político gobernante.

En momentos en que nos carcome la inseguridad; la corrupción y la falta de transparencia aumentan; la salud pública se desmorona; la educación carece de rumbo; persiste la pobreza extrema de las comarcas indígenas; el desastre de la agricultura se profundiza; la carencia de agua se agudiza; el presidente Varela ha sido incapaz de convocar a la sociedad para promover y encontrar soluciones consensuadas con los sectores afectados. Al país hay que escucharlo, algo que han rehuido constantemente.

La corrupción lo abruma, llegando con el caso Odebrecht muy cerca del Palacio de las Garzas y de cercanos colaboradores del presidente. Nadie sabe hasta cuándo podrá durar el muro de contención en que se ha convertido la Procuraduría General de la Nación para impedir que se llegue hasta las últimas consecuencias con el escándalo de corrupción gubernamental más grande de la historia. En otros sitios por donde se toca sale mucho pus.

Lo ocurrido en Francia con la elección de Emanuel Macron nos brinda una guía de lo que debería pasar aquí: un candidato independiente de la cúpula de su partido, con posibilidad de aglutinar a sectores alejados del poder y a gente sana de diferentes colectivos, hartos de la corrupción que se palpa, con programas de cambio comunes. Una Asamblea que no provenga del cogollo de los que hoy controlan a los putrefactos grupos políticos y que permita elegir a los mejores. Un plan nacional de Gobierno integral, que nazca de todos los sectores y no de un grupito que prepara ese plan para llenar un requisito electoral. Una reforma constitucional profunda dentro de los primeros seis meses de gestión, lo cual requerirá de coraje y decisión.

Varela tuvo la oportunidad y la perdió. Le faltó brújula; quizá la escuela política de la cual carece la mayoría de sus colaboradores que hablan en abstracto de una doctrina política que solo entendía Arnulfo Arias, a quien ni siquiera conocieron. Ha gobernado para sus amigos, los poderosos y su partido. No demostró experiencia en el manejo de la cosa pública; logró demostrar que para gobernar no solo basta haber sido gerente general de una empresa establecida. Prefirió hacer nombramientos políticos por encima de la capacidad del elegido.

Veo difícil, sino imposible, que cambie de rumbo en los menos de dos años que faltan. Por eso, urge que desde ya nos vayamos preparando para 2019, antes de que lleguemos allá y amanezcamos con alguien que, interpretando demagógicamente el clamor de cambio que se respira, prometa tanto que terminemos con un o una Hugo Chávez en el poder.

ABOGADO Y POLÍTICO.

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