En el año de 1499, años significativos en la historia hispánica, en pleno proceso de unificación de los reinos de la península bajo la égida de los Reyes Católicos, así como de inicio de la epopeya de la conquista y colonización de las Américas, un autor castellano, publicó una primera edición de lo que se llamó La Comedia de Calisto y Melibea, luego denominada, Tragicomedia, constituida por 15 actos, de diálogos; la cual alcanzó nuevas ediciones (Burgos, 1499; Toledo, 1500; Sevilla, 1501; Valencia, 1514) y ampliaciones (llegando al añadido de 6 actos más), en las cuales se perfila la autoría de Fernando de Rojas. Es una obra capital de la historia literaria en nuestra lengua, pues si bien se desarrolla en el marco del “amor cortés” propio del Medievo, es la primera obra en que la profundización sicológica de los personajes da una suerte de proto-novela. De esos caracteres dobles, emerge definitiva, la imagen de La Celestina, y nos es menor el hecho que la obra finalmente adoptara el título de esa figura/carácter central de la narración. Como se sabe, Rojas contrasta los procederes de la nobleza y los plebeyos, pero descubre sin adornos las fuerzas que mueven a unos y otros: el deseo de ganar dinero, de la Celestina y sus rameras y secuaces, y el apetito carnal, la lujuria y el placer, como fuerzas motrices de los individuos que intervienen en la trama. La Celestina tiene antecedentes en España (Juan Ruíz) y pares en toda Europa, en especial en la Italia (Boccaccio, Piccolomini) del pleno Renacimiento, por mencionar otros ámbitos de la Europa coetánea, o en los clásicos grecolatinos, como Plauto y Ovidio.

Con el pretexto de una nueva edición de La Celestina en lengua gala, Picasso selecciona 66 grabados de su suite de 347 grabados para ilustrar la obra de Rojas. Sin embargo, Picasso no de ilustrar ancilarmente el texto de Rojas, sino que añade a esta nación un abordaje propio del celestinaje a través de las épocas, incluyendo también un homenaje a otros maestros como Miguel Ángel, Rafael, Murillo, Goya y Degas por mencionar alusiones expresas, significativas y evidentes. (Hay ediciones en varios idiomas: en francés en 1971; en alemán en 1989; y en español, en Barcelona, en 2007). La terea fue descomunal (Rembrandt en toda su vida grabó 300 láminas), pero como dice Joseph Snow, que la Celestina picassiana es la más cara publicada nunca. (Celestinesca,2011: 35)

Los grabados son una exhibición del cuerpo femenino como “objeto” del deseo, y por ello, las figuras femeninas será redondeas como frutas abiertas y apetecibles, mientras las figuras varoniles adoptan un aire de superioridad y mando; una dualidad entre el objeto pasivo y sujeto activo. No obstante, entre estos dobles emerge Celestina, una tercera que ejercerse su “tercería” para conjuntar los polos y consumar los deseos y alcanzar el canje de carne por dinero. La crudeza de algunas escenas, no son pornográficas, y van más allá del erotismo. Admiten una lectura de gran riqueza psicológica y una complejidad propia del lenguaje del grabado en sus técnicas diversas, como la punta seca, aguafuertes y aguatintas.

Podemos también advertir una doble apreciación de Picasso sobre La Celestina, una mezcla de fascinación y asco, de repulsión y atracción que algunos de los críticos picassianos han advertido con claridad (Rubin, 1994; y Richardson, 1995). Seguramente esta doble lectura de Picasso sobre el papel de la alcahueta, derivaría de la hondura vital de un personaje que usualmente sería una furcia en su juventud, pero que luego administrará con brutal astucia su actuación como componedora de lo ilícito en el sexo, jugando con la doble moral de las clases y los personajes. Parcería que Picasso, usuario confeso y frecuente de estos servicios carnales desde su temprana juventud; valga decir admiraría a las meretrices que le abrazan y calman ardores, pero al mismo tiempo se asquea de la gestión de este comercio personal. Esto se ve en varias obras del Picasso jovencísimo, como La Celestina o la Tuerta (1904), de gran hondura psicológica, como en posteriores bocetos de grabados y grabados plenos, pasando por el tratamiento del tema de las meretrices en pinturas cubistas y surrealistas, así como en pinturas de sus propias musas.

Por lo dicho, vale la pena dedicar un día o muchos a visitar y estudiar esta colección que estará hasta fines de junio del año en la Casa del Soldado, paseo de las Bóvedas, Casco Antiguo, de nuestra capital. La entrada es gratuita y la vivencia artística inigualable. Vamos con Picasso a alcahuetear y fisgonear un poco.

*El autor es economista y consultor
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