Los capturados fueron ubicados en la comarca Ngäbe-Buglé, las provincias de Veraguas, Los Santos y Panamá
No hay que ser un gran letrado para darse cuenta de que no existe la voluntad política dentro de la Asamblea Nacional. Al menos así nos lo han hecho ver, algunos de los flamantes diputados que, pareciera que les preocupa más estar en “barrios de trifulca”, que legislar en favor del país y de los panameños.
Utilizan la curul que ocupan, gracias a un voto popular que en muchas ocasiones, quienes los eligen ni siquiera reconocen quién los representa en la Asamblea Nacional, para vociferar en contra del honor de una persona, sea colega o no. Hace mucho tiempo leí una nota que decía, cuando te quedes sin argumento, eleva el debate. Esta cobra tanto valor hoy, no solo en la Asamblea, donde se han gritado improperios contra las madres de ellos mismos, tildarse del equivalente de afeminados (tremenda ofensa), ladrones y varios otros, sino que, como lo ven en las televisoras y redes sociales, el público lo ha copiado, como si fuera un símbolo de intelecto.
Ya es hora de que se reforme el reglamento interno que los rige, para que no se desperdicie el tiempo en este tipo de babosadas y se invierta en la supervisión de funcionarios, producción de leyes que sean beneficiosas para el país (ya sé que me darán una conferencia sobre la importancia del bollo) y las otras funciones que deberían ser el norte de quienes se hacen llamar honorables.
Como se ha visto, serían pocos los que cabrían dentro de esa definición, pues sinceramente, han sido más los patios limosos lo que ha prevalecido.
Pero regresemos un momento más al tema de la corrupción. Hay quienes se les hincha el pecho cuando “desafían” a otros colegas a presentar una y otra vez, proyectos de ley, que ayuden a que las autoridades puedan perseguir el peligro de la corrupción, al cual se le achacan, con justificada razón, una gran mayoría de los problemas que hoy enfrentamos desde la más pequeña comunidad del país, hasta varias de las corporaciones, que muchas veces solo se fundan para delinquir.
Esta semana el capítulo panameño de Transparencia Internacional, órgano internacional para luchar contra la corrupción, celebró el 30° aniversario de su establecimiento en el país bajo el nombre de Fundación para el Desarrollo de la Libertad Ciudadana, donde se reconoció la labor de varias personas que han trabajado en contra de la corrupción y en favor del rescate de los más simples valores y principios que deben regir a los panameños.
Es que la lucha contra este flagelo no debe ser de una o dos personas, deberíamos tener el valor de denunciar cualquier acto que implique o pudiera implicar algún nivel de corrupción. Porque de “slogans” estamos cansados en el país. Recuerdan lo de “llegan limpios y salen”.. Lo que se necesita es que tomemos conciencia que cada centavo que se roban, muchas veces en nuestras propias caras, son escuelas, hospitales, centros de rehabilitación, caminos, calles, veredas y tantas otras cosas que le robamos a las futuras generaciones.
Esto podría empezar a acabarse cuando la ley sea de verdad ciega, sin saber quiénes son los protagonistas. Sin posposiciones por enfermedad (hay una palabra muy común entre los acusados que se le conoce como “sinvergüenzura). Cuando el peso de la ley le caiga a los que sí, a los que no y a los que ayudaron.
El país no debe soportar quinquenio tras quinquenio de asaltos a la cosa pública. No debemos seguir endeudando al país para pagar una abultada planilla que solo es necesaria cuando se requiere de “personal disponible” para caminar las calles en campaña.
En los últimos años de la dictadura que nos golpeó, cuando uno de estos corruptos entraba a un restaurante, por ejemplo, los comensales empezaban a golpear los vasos con los cuchillos, para demostrar que estábamos inconformes con la presencia de ese corrupto allí y esto no se suspendía hasta que le tocaba irse. Lo irónico de este relato es que ahora, cuando sucede lo mismo, los invitan a sentarse a su mesa y a proponerles negocios.
Ya es hora de analizar qué clase de país queremos dejarle a nuestros hijos y nietos.