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- 13/03/2016 01:00
De las reformas electorales
En Panamá, una vez pasados los periodos electorales, hemos adquirido la sana práctica de someternos a un proceso de reformas y ajustes que preserve la credibilidad en las instituciones democráticas, se amplíen los derechos ciudadanos y se genere la equidad y la transparencia requerida en toda democracia.
Si tomamos en consideración nuestros avances y retrocesos democráticos, si observamos las lecciones vividas y que demostraron la vulnerabilidad de nuestro sistema, si consideramos el hecho de que en nuestras pasadas elecciones los recursos del Estado y la inmensa cantidad de dinero utilizado fueron en buena parte elementos claves que distorsionaron nuestra democracia y vulneraron nuestros derechos, éstas son las reformas electorales más importante que se han discutido en los últimos 25 años.
Dentro de un marco aún borroso como para imaginarlo con claridad, los panameños vemos con asombro cómo el dinero y la política conviven de forma hasta inmoral en algunos casos, y cómo, incluso, se retroalimentan con el afán de mantener la hegemonía de los intereses particulares por sobre los del bien común.
Esto revela de qué manera los derechos ciudadanos y la política están siendo supeditados a los intereses económicos. Y de qué manera estos intereses pretenden imponer una realidad donde lo político exista al servicio y en función de lo económico. Mas aun la corporatización de la política, donde el capital remplaza a las ideas y los liderazgos, aumenta el riesgo de que fondos de procedencia ilícita se introduzcan en los procesos electorales.
En el caso panameño, tengo la impresión de que existe la intención, hasta donde les sea posible, de que la conducción política del Estado nacional y los grupos económicos intentan unificarse bajo una sola estructura de poder, con diferentes logos.
No pretendo bajo ninguna circunstancia incitar a una confrontación de clases o un enfrentamiento ideológico ni mucho menos excluir a ningún panameño del derecho de participar en política. Todo lo contrario. Busco el encuentro de todos nosotros a través de una participación efectiva, igualitaria y activa.
Tampoco pretendo descalificar a quienes con trabajo, esfuerzo y tenacidad han hecho y hacen dinero en forma honesta, valiéndose de sus conocimientos, de su creatividad, asumiendo riesgos y sin utilizar influencias ni prácticas que riñen con la moral o la ética para obtener sus utilidades.
Quise precisar esto, porque siento que el debate de las reformas nos brinda una gran oportunidad: la de apreciar con exactitud el valor de la pluralidad y el respeto a las ideas en un país con una realidad tan particular como el nuestro.
Se trata, eso sí, sin temor, de llamar a las cosas por su nombre y tal como las vemos. Se trata de hablar con franqueza de nuestra realidad sin generar falsas alarmas, con el único propósito de hacer correcciones a tiempo y de trabajar juntos por la construcción de un país justo, incluyente y equitativo, con esperanza y con futuro.
En este complejo contexto es que llegan estas reformas electorales. Sabemos que se idearon con el propósito de garantizar un sistema democrático con mayor equidad, con mayor transparencia y mayor credibilidad, donde tanto el financiamiento público como el privado contribuyan a este fin. Por eso el debate electoral y las reformas que del mismo salgan deben ser el camino que perfecciona nuestra democracia, fomentando la participación ciudadana y vacunando al futuro de nuestro Panamá contra la desilusión que limita nuestro potencial.
No dudo que bajo este espíritu podremos debatir en forma equilibrada estas novedosas y necesarias reformas. No dudo que encontraremos un balance entre el derecho a la información y la preocupación genuina que nos obliga a implementar un sistema equitativo, un sistema que garantice que las campañas en procesos electorales sean pagadas con dinero público, para que no dependan de la capacidad de recaudar dinero o aglutinar fortunas para garantizarse el poder político.
Los ciudadanos tenemos el derecho de ser protagonistas y no solo fichas de un juego que promete abarcar mucho para luego no cambiar en nada. No sería la primera vez que esto nos ocurriese, pero sí sería imperdonable dado el momento histórico que transitamos. Un momento tan grave como para decir que o corregimos o nos hundimos. Son las encrucijadas en que en el pasado los panameños hemos enfrentado con valor los problemas.
Estoy seguro de que seremos capaces de construir y concordar nuevas reglas para que las malas prácticas no regresen ni se arraiguen con fuerza y sin límite ético alguno.
Es cierto que el Tribunal asume nuevas responsabili dades, de allí la necesidad de crear controles que garanticen la imparcialidad que han demostrado con creces en distintas elecciones. Controles que prevengan excesos como los vividos en la última elección, cuando no existían topes en el gasto electoral y éstos se encontraban exclusivamente en manos privadas. Las lecciones del quinquenio pasado aún las estamos asimilando, la desconfianza que generó y el dolor de ver cómo el abuso, la codicia sin límite y el robo se convirtieron en la motivación de las acciones de quien compró la Presidencia e hizo de ella otro negocio.
Si entendemos que estamos en un decisivo momento de inflexión para actuar, enmendar e innovar en lo social, político y económico, estoy seguro de que por encima de los intereses personales surgirá el espíritu de convivencia y solidaridad; que desplazaremos la individualidad por lo colectivo; que hoy, por encima de nuestras diferencias y ambiciones, estará el deber patriótico de construir juntos el Panamá con justicia, inclusión y felicidad.
Es por todo lo anterior que considero que apoyar estas reformas es un paso obligado en nuestro deber democrático.
EX PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA.
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‘... el debate electoral y las reformas que del mismo salgan deben ser el camino que perfecciona nuestra democracia, fomentando la participación ciudadana y vacunando al futuro de nuestro Panamá contra la desilusión que limita nuestro potencial...'