• 14/06/2020 00:00

De las relaciones raciales en Panamá

“[…] es importante ir rompiendo con los paradigmas intelectuales e impulsar a los estudiantes y profesionales a explorar otros puntos de vista [...], sin arriesgar quizás sus carreras y reputaciones”

¿Se puede hablar de la historia de las relaciones raciales en Panamá con sinceridad y vivir para contarlo?

Tocar el tema de las relaciones entre distintos grupos humanos en cualquier sociedad es como caminar entre pedazos de vidrio. Sin embargo, declararse miembro de una “grupo o minoría vulnerable” confiere un blindaje a toda prueba en redes sociales o en cualquier conversación entre cervezas. Esto no tendría nada de malo, si no fuera porque, además, te da la libertad de decir prácticamente lo que te venga en gana con impunidad, gracias a toda una alianza informal (nacional e internacional) de académicos, activistas, artistas y comunicadores sociales sostenidos por una nutrida red de empresarios y políticos (del patio y del extranjero) que les financia y protege silenciando a quienes les contradigan. Todo lo cual viene sostenido por la ignorancia general que nos aqueja y que nos hace aceptar de todo lo que se nos imponga sin mucha crítica, a menos que se tenga experiencia o noción de lo contrario.

Sin embargo, no todo es malo, muchos de los temas que ha sacado a relucir y meditar este grupo de personas eran esqueletos en el armario que no podían seguir ocultos para siempre, por ejemplo, la discriminación por motivos de sexo, religión, etnicidad, condición socioeconómica y… (¿por qué no?) preferencia sexual. El problema está cuando el debate es castrado desde el inicio por una serie de reglas no-escritas que no permiten hablar con total sinceridad de temas espinosos, ya que se corre el peligro, no solo de ofender a nivel personal, sino de quedar estigmatizado socialmente o de ser vigilados y censurados por una suerte de policía política autonombrada. Esto trae como consecuencia la polarización social que se ve en Twitter y luego se manifiesta en las calles de los EE. UU. o de Europa.

Por ejemplo, cuando se habla entre panameños (e hispanoamericanos) de las relaciones entre grupos étnicos, raciales, o nacionales las conversaciones tienden a girar en ideas repetitivas (no del todo probadas), el tomarse las cosas personalmente, lo anecdótico, el postureo ético (“virtue-signaling”), los prejuicios (de toda índole) y las ideologías importadas, sin ninguna consideración por el contexto o ninguna preocupación por matizar. Por lo general, muchas de nuestras opiniones no están informadas por datos emanados de las ciencias sociales o son influidas por modas intelectuales sin ninguna clase de contextualización.

¿Cuándo podremos abordar con mayor seriedad nuestra historia, nuestra cultura, nuestra sociología, nuestra economía, nuestra antropología sin caer en cuentos de buenos vs. malos, blancos vs. negros, héroes vs. villanos, opresores vs. oprimidos y salir vivos del intento? ¿Cuándo llegará el día en que políticos, activistas y grupos de interés dejen de manipular las ciencias sociales y aplicadas para inculcar su visión del mundo en el sistema educativo y en los medios de comunicación social?

De sumo interés general sería también tener más y variadas publicaciones sobre el proceso de asimilación o no asimilación de las poblaciones inmigrantes en la sociedad panameña y de panameños en el exterior. Quizás una mayor investigación de estos temas nos ayude a dilucidar si el mal perenne de la sociedad panameña es más la xenofobia, el clasismo o simplemente la natural desconfianza y temor a lo nuevo y extraño que un verdadero racismo a la “Jim Crow”.

Cuando se estudia el caso de la Zona del Canal, es difícil encontrar algún libro o artículo que trate sobre los comentarios a voces de la vivencia y condición social de los hispanos en la Zona del Canal. Este pareciera un tema tabú o de escaso interés por alguna extraña razón, pues se está desaprovechando que aún viven entre nosotros personas que pudieran dar su testimonio y que este pudiera ser contrastado con los documentos históricos.

Pero quizás esté pidiendo mucho a un mundo académico pobremente financiado y corto en personal disponible para estos menesteres; sin embargo, es importante ir rompiendo con los paradigmas intelectuales e impulsar a los estudiantes y profesionales a explorar otros puntos de vista y una infinidad de temas por explorar, sin arriesgar quizás sus carreras y reputaciones.

Arquitecto, máster en Urbanización y Desarrollo, (LSE, 2011).
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