• 05/06/2014 02:00

La abdicación del rey

‘... dirigentes de partidos políticoshan pedido que se aclare de dónde procede la fortuna personal del monarca...’.

Madrid. Especial para La Estrella de Panamá—. El lunes a las 09.15h, el Palacio de La Moncloa, sede de la Presidencia del Gobierno, convocó de urgencia, a todos los medios acreditados. A las 10.30h, Rajoy transmite a la nación que el rey Juan Carlos I le ha entregado un documento donde comunica su decisión de abdicar la Corona de España. A las 13.00h, el propio Juan Carlos, en un mensaje pregrabado, se dirige a la nación, y, durante seis minutos informa de su determinación y la supuesta causa, que no es sino dar paso a una nueva generación encabezada, como es lógico en las monarquías, por su propio hijo Felipe, que reinará con el nombre de Felipe VI.

Aunque parezca mentira, casi nadie conocía esta decisión que el rey había comunicado a los dos máximos dirigentes del gobierno y oposición, y, ni siquiera a la reina Sofía, que estaba paseando en Nueva York. Nada más conocerse la noticia, comenzaron los miles de halagos y adulaciones, que han ido, desde decir que es el mejor rey de la historia de España, hasta que padre e hijo tienen un coeficiente intelectual superior a lo normal. Los partidos republicanos expresaron opiniones totalmente distintas, y todos coincidieron en pedir un referéndum para que el conjunto del pueblo español decida si quiere seguir siendo una monarquía, o, por el contrario, proclamarse la Tercera República. Esto trae muy malos recuerdos, pues la Segunda República fue la antesala de la cruenta Guerra Civil española (1936-1939), que llevó al general Franco a ser jefe de Estado durante más de treinta y nueve años. Por cierto, fue Franco quien trajo a España a Juan Carlos, con diez años de edad, para que se educase, y al final, con su omnímodo poder, le designó ‘sucesor a título de rey’.

Con el paso de las horas, algunos analistas se han atrevido a decir que las verdaderas razones de esta abdicación son, entre otras, el negro horizonte judicial que le espera a su hija Cristina y a su yerno Urdangarín; la brutal crisis económica, que ha hecho que ocho millones de españoles vivan de ‘Cáritas’, y, por fin, que en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo la suma de los votos que han apoyado a los partidos republicanos (incluido PSOE) doblan a los de centro-derecha, tradicionalmente conservador y monárquico.

Es fácil comprender que, a pesar de lo oscuro del proceso y la sorpresa para el pueblo español, se haya pactado que, en la Ley Orgánica que aprobó un Consejo de ministros extraordinario, se recoja, además del mecanismo constitucional para este caso no previsto, un Estatuto que permita a D. Juan Carlos seguir siendo irresponsable ante la Justicia, pues ya dirigentes de partidos políticos, con representación parlamentaria y algunos diputados, han pedido que se aclare de dónde procede la fortuna personal del monarca, que, tanto Fortune como Forbes, año tras año, sitúan en un mínimo de 1,200 millones de euros.

Felipe VI tendrá que afrontar, junto con el gobierno de turno, todos los problemas arriba señalados, más el desafío independentista de Cataluña y la situación de práctica independencia que vive el País Vasco, gobernado, en su inmensa mayoría, por la rama civil de ETA, que no necesita matar, pues administra miles de millones de euros de los presupuestos del Estado.

A diferencia de los años treinta, hoy España está integrada de pleno derecho, en la Comunidad Europea, pertenece activamente a la OTAN, y, por lo tanto, aunque la situación no va a ser fácil ni agradable, no terminaremos en confrontación.

COLUMNISTA INVITADO.

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