• 26/06/2019 02:00

Adela Ruiz de Royo y la vida que le tocó vivir

‘Adela deja huellas profundas y un legado importante para quienes la conocimos y la quisimos, con sus virtudes y con sus errores. Nos queda la forma honesta, profunda y transparente con que abordaba y reaccionaba a cualquier tema'

Nació el 15 de diciembre de 1943 en el pueblo de Grado, España, y fue bautizada como Adela María Ruiz González, hija de José María y Rosalina. Se crió en un hogar con tres hermanas, Marta, Mabel y María José en la ciudad de Oviedo, capital del principado de Asturias.

Al momento de ir a la universidad en 1960, escogió estudiar Medicina en Salamanca, donde por cosas de la vida conoció a otro estudiante, de nacionalidad panameña, Aristides Royo Sánchez, y sin saberlo ni quererlo, aquel encuentro le cambió la vida. Esa amistad se transformó en amor y se formalizó en un matrimonio, del cual nacieron Marta Elena, Irma Natalia y Aristides José.

Aún tengo fresco en mi memoria aquel 17 de septiembre de 1965, cuando, llena de entusiasmo y ansiedades, Adela llegó a Panamá con la primera de sus hijas en brazos, conociendo por primera vez la América, esa misma que fuera conquistada siglos atrás por los españoles, para enfrentarse a la agresividad tropical que le ofrecía el paisaje, el clima, su nueva familia Royo y todo su entorno.

Tal vez poco sabía en ese momento lo bien preparada que estaba para afrontar ese reto. Su visión de familia, su entereza, su claro sentido de lo justo, su respeto por la gente y la diversidad, especialmente por los derechos de la mujer, fueron las bases para construir su nuevo mundo, y así, con determinación y buena voluntad, aprendió a querer a Panamá, a ser panameña y contribuir a hacer patria.

La vida que le tocó vivir con entrega, compromiso y entusiasmo, la llevó a ser esposa de ministro, primera dama de la República y esposa de embajador, donde se desempeñó con sencillez y humildad, preocupada siempre por dejar en alto la imagen y la dignidad de Panamá y contribuir al desarrollo social de este país. Dentro de tantas responsabilidades, Adela nunca dejó de ser una esposa y una madre admirable, que buscó en todo momento la unidad de la familia y el bienestar de cada uno de sus miembros, incluyendo los siete nietos que la sobreviven y las amistades que cultivó y le duraron toda su vida.

A finales del 2017, se le descubrió un cáncer de colon con metástasis al hígado, igual al de su hermana Marta, fallecida unos años antes. La noticia fue impactante para todos. Era algo así como comenzar un partido de fútbol con tres goles en contra. Por 16 meses se sometió con optimismo y estoicismo a todos los tratamientos disponibles bajo la dirección de los mejores médicos y sus equipos de apoyo. Peleó recio, pero al final, al notar la tenacidad del contrincante, y así me decía: ‘Tommy, ¡qué duro es esto!', decidió poner su vida en manos de Dios y así ella acabar con la vida del cáncer.

Adela deja huellas profundas y un legado importante para quienes la conocimos y la quisimos, con sus virtudes y con sus errores. Nos queda la forma honesta, profunda y transparente con que abordaba y reaccionaba a cualquier tema. Hoy le rendimos tributo a su persona y le reiteramos desde este plano terrenal, que todos los buenos y lindos momentos que pasamos con ella perdurarán en nuestras mentes y en nuestros corazones. Como bien dijo el poeta: ‘no se muere quien se va, solo se muere al que se olvida'.

Hasta luego tía. Descansa en Paz.

24 de junio de 2019.

INGENIERO

‘[...] se desempeñó con sencillez y humildad, preocupada siempre por dejar en alto la imagen y la dignidad de Panamá y contribuir al desarrollo social de este país'

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