• 29/08/2023 00:00

¿Salud pública?, una opinión

“[...] lo procedente es una revisión integral del escenario, deslindar responsabilidades e incluso evaluar los correctivos requeridos para tratar de que, [...], podamos superar el desfase y sus consecuencias sobre los bienes patrimoniales más importantes de la humanidad: la vida y la salud”

En la edición del 13 de julio, de La Estrella de Panamá, aparece este mensaje: “Ciudad de la Salud. El futuro es hoy. CSS avanza”, del cual, extraigo estos dos textos: “Más de 37 millones de consultas en cinco años y cuatro meses”, superamos los 37 millones de consultas médicas a nivel nacional, en los últimos cinco años y cuatro meses”. “Proyectamos superar las 8 millones de consultas este año”. Otro: “4566 hemodiálisis en un mes realizó el Complejo. Un total de 4 mil 566 sesiones de hemodiálisis efectuaron, en un mes, las salas de hemodiálisis del Complejo”... Si las autoridades tuvieran consciencia de la salud pública, jamás publicarían semejantes anuncios y mucho menos, como indicadores de avance; antes todo lo contrario. Hace más de 500 años, Erasmo de Rotterdam dijo: “más vale prevenir que curar”; ¿cómo es posible que, en pleno siglo de la informática y la tecnología, “autoridades de salud no entiendan el principio? La medicina preventiva le confiere prioridad a la promoción de la salud y a la prevención de enfermedades; en tanto que por costo-eficiencia, es la opción racional; pero es imprescindible dominar los conceptos fundamentales de la salud pública. Aunque, después del desastroso manejo de “la pandemia”, y de “la vacuna segura y efectiva”, es comprensible.

La estructura esencial de la salud pública es la confianza de la población; por tanto, es absurdo hablar de la pandemia como un hecho cierto, ignorando que fue una iniciativa planificada por el WEF y Big Pharma, ejecutada por sus instrumentos -ONU, OMS, FDA, CDC, NIH-, con la complicidad de las grandes corporaciones informativas y de muchos Gobiernos, y que causaron daños severos a la salud, la educación y a la economía de la mayoría de las naciones; haciendo añicos la credibilidad y la confianza, al extremo de que, hoy día, requerir atención médica exija extremar precauciones. La salud pública es competencia del ente rector, la atención sanitaria integral debe ser planificada; el objetivo del equipo básico de salud, encabezado por el médico, es mantener a la población sin que requiera atención por enfermedades prevenibles, para lo cual es indispensable la organización y participación de la comunidad en el proceso de salud –enfermedad, que inicia con la educación y promoción de la salud e incluye el saneamiento ambiental, la dotación de agua potable intradomiciliaria y el manejo de los desechos sólidos, entre otros.

La hemodiálisis es aún más cuestionable, porque la forma más común de insuficiencia renal crónica está asociada a tres factores, el consumo de agua no potable, diabetes e hipertensión arterial, por ello, lo procedente es recabar la información epidemiológica respectiva, efectuar el análisis físico, químico y microbiológico del agua y luego proveer agua potable. En este mismo contexto, la promoción de la salud incluye la reducción del consumo de sal, de carbohidratos, control del peso y actividad física; todo lo cual es infinitamente más económico que las hemodiálisis, que incluso pueden favorecer la corrupción, por vía del alquiler de equipos e insumos costosos. Es inconcebible que las autoridades sanitarias no se hayan manifestado contra la minería a cielo abierto, que contamina las fuentes de agua, máxime en la región objeto de piratería. La salud pública no tiene nada que ver con cirugía bariátrica para manejar la patologías asociadas al sobrepeso y mucho menos, con negociados de medicamentos, equipos e insumos.

Con tanta incompetencia, corrupción y complicidad con la agenda genocida, se comprende el pésimo manejo de “la pandemia”, el Contrato de suministro, la omisión del registro sanitario y la vulneración del Consentimiento informado, para la inoculación del biofármaco de terapia génica experimental, que tanto daño ha causado. Por tanto, lo procedente es una revisión integral del escenario, deslindar responsabilidades e incluso evaluar los correctivos requeridos para tratar de que, a mediano plazo, podamos superar el desfase y sus consecuencias sobre los bienes patrimoniales más importantes de la humanidad: la vida y la salud. Basta de publicidad engañosa, improvisación y manipulación. Ni propaganda ni censura, la ciudadanía merece conocer versiones distintas a la narrativa oficial... y eso solo mediante un debate. El presidente, que parece no estar bien informado, debería asumir el reto y promover un debate integral del tema; la Universidad de Panamá puede coordinarlo. ¿Aceptarán u optarán por mantener el engaño y el daño? ¿Usted qué opina?

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