• 08/05/2023 00:00

La tacita de oro

“Hay que detener el derroche y parar el sangramiento. [...] para lograrlo vamos a necesitar que TODOS los panameños logremos el consenso necesario, depongamos intereses personales o colectivos y trabajemos juntos para salvar a la tacita de oro”

Los panameños tenemos fama de ser gente pacífica. Independientemente del tipo de diferencias que podríamos tener, al final del camino la mayoría de los temas se resuelven sin tener que llegar a una confrontación fatal. Hay quienes son de la opinión que además, somos conformistas y, lamentablemente, podría haber algo de verdad en esa aseveración. También somos anarquistas. El panameño se rehúsa a seguir las reglas y siempre quiere hacer lo que le venga en gana. Para muestra un botón. Nos estacionamos donde está prohibido, somos poco tolerantes ante los transeúntes, cuando el semáforo cambia a luz amarilla, aceleramos. No nos gusta hacer filas y generalmente somos muy dados a irrespetar a las autoridades. Últimamente, nos ha dado por experimentar y perfeccionar el deporte de cerrar las calles para protestar por cualquier cosa. Nos quejamos por todo y de todo. Donde sí tenemos una gran oportunidad para mejorar es en la calidad y la actitud de la gente que presta servicios, ya sean públicos o privados. Nos hace falta una gran dosis de amabilidad y un trato cariñoso y respetuoso para quienes reciben cualquier tipo de servicio.

A pesar de todo, Panamá es un gran país. Cierto es que tenemos algunas debilidades a las cuales tenemos que prestar mucha atención y buscar un consenso nacional para empezar a resolver. Específicamente me refiero al tema de la educación. Sin un cambio radical en el proceso de enseñanza siempre estaremos con muy bajos niveles de competitividad en el recurso humano, pilar del desarrollo de cualquier país. Pero también debemos y tenemos que atender el problema de la CSS y el abultado déficit en el programa de IVM. Mejorar radicalmente los servicios públicos para resolver, de una vez por todas, el grave problema de la recolección de la basura; hacer las inversiones necesarias para garantizar agua para todos; y ¡qué decir de los servicios de salud! La gente NO debe hacer filas para recibir la tan necesaria atención para el cuidado de la salud y que las medicinas estén siempre disponibles para todos en el instante en que las necesiten. También hay que mejorar la red vial nacional y tapar los huecos que abundan por toda la República.

Y, aunque sabemos que muchos se quejan por todo, hay que reconocer que, desde el punto de vista macroeconómico, las cosas nos han salido bastante mejor de lo que algunos grupos han querido reconocer. Hagamos el inventario. Debido al gigantesco impacto de la pandemia, la economía se afectó considerablemente. Ese fatídico año 2020 la contracción fue de 17.9 % con relación al año anterior. Sin embargo, para los dos años siguientes, 2021 y 2022, crecimos 15.3 % y 10.5 % respectivamente. Los organismos internacionales responsables de los temas económicos proyectan que nuestro país crecerá 5.7 % en el año en curso y 5.8 % en el 2024. Para el 2025 podríamos llegar al 6 %. El crecimiento del PIB para la región está proyectado en 3.2 % para el año en curso. El PIB per cápita (a precios constantes) estuvo entre los tres más altos de América Latina. $14 617 en el año 2021, detrás de Chile y Uruguay. A pesar del impacto en el índice de precios como consecuencia de la invasión de Rusia a Ucrania, la tasa de inflación fue de solo 1.6 % en el 2021 y 3.6 % el año pasado. Sin duda alguna, la más baja del continente y entre las 10 mejores del mundo.

En el año 2022, la Zona Libre de Colón reportó un crecimiento de 46.5 % y los activos del Centro Bancario poco más del 7 %. La Superintendencia de Bancos informa que la liquidez del sistema bancario es robusta y adecuada. Las exportaciones para el año 2021 alcanzaron la cifra record de $3.5 billones, según datos de la Contraloría General. El año pasado se exportaron bienes por el orden de $3.002 billones. Como consecuencia de la pandemia, el nivel del desempleo se afectó considerablemente. En el año 2020, 18.6 %. La tasa para los años 2021 y 2022 disminuyó a 11.3 % y 9.9 % respectivamente. Cierto es que todavía es alto, pero la tendencia es a la baja. La relación deuda pública/PIB disminuyó de 68.5 % en el año 2020 (el de la pandemia) a un 66.3 % el año pasado y se proyecta en 64.7 % para el año en curso. El déficit fiscal se proyecta en 3 % para el año en curso y de un 2 % para el 2024. Según el Banco Mundial, Panamá debe cumplir y adherirse “a la consecución gradual de un déficit del 1.5 % del PIB en 2025”. En la reciente reunión del BID y el Banco Mundial, en marzo de este año, sus principales funcionarios señalaron que la economía de Panamá “fue la que salió mejor librada que cualquier otro país de América Latina y que estará entre las de mayor crecimiento para el año en curso”.

En el año 2020, la pandemia desestabilizó por completo el orden económico mundial y Panamá no se escapó de esa realidad. Con un país tratando de enfrentar esa crisis, se afectaron los factores de producción y la empresa privada, motor del crecimiento del país, cerró sus puertas y mucha gente se quedó sin trabajo. Como consecuencia de esa realidad, durante el período 2020-2021, las finanzas públicas sufrieron, al punto de que se dejaron de recibir varios billones de dólares en impuestos sobre la renta, ITBMS y demás. Afortunadamente, Panamá pudo salir al mercado y conseguir fuentes alternas de ingresos para mantener la operación del Gobierno, aplicando para ello una política keynesiana, mediante la cual el Estado interviene para atender una crisis. Esa política económica permitió el aumento del gasto público (mantuvo intacta la planilla del Gobierno y algunas inversiones), con el objetivo de estimular la demanda agregada.

Los retos a futuro son inmensos. Panamá sigue teniendo una triste realidad: la desigualdad. Un problema social muy serio que se tiene que atender cuanto antes. Tenemos una clase media y media baja que son las que realmente llevan el peso de la tributación. Por otro lado, hemos caído en una vorágine de incentivos fiscales en demasiados sectores de la economía y por consiguiente tenemos unas deficiencias importantes. Sumarle a esa realidad los subsidios que ya sobrepasan de $2.5 billones al año y lo que se vislumbra es una situación fiscal difícil para los futuros Gobiernos. A esa ecuación hay que sumarle el déficit actuarial del programa de IVM de la CSS. Todo parece indicar que la única salida a futuro es la de una reforma fiscal. Pero en la que el peso lo ponga el sector privado y que el grueso de los recursos obtenidos de la misma se utilice exclusivamente para atender el tema de la CSS y al mismo tiempo, imponer reglas muy estrictas para detener el crecimiento del Estado y también de la CSS, que es el mayor empleador. Paralelamente, aplicar la Ley para combatir la corrupción y hacer a los funcionarios responsables de sus gestiones y que existan sanciones ejemplares para que los que se equivocan en sus decisiones, paguen por sus errores. El objetivo es combatir la burocracia y hacer la cosa pública más eficiente.

Hay que detener el derroche y parar el sangramiento. Cierto es que para lograrlo vamos a necesitar que TODOS los panameños logremos el consenso necesario, depongamos intereses personales o colectivos y trabajemos juntos para salvar a la tacita de oro.

“Adelante la pica y la pala...”, no hay tiempo que esperar.

Economista

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