• 28/01/2010 01:00

Talento táctico del presidente

La cualidad para sorprender al adversario con acciones inesperadas de corto plazo, puede considerarse como talento táctico. Pero una cos...

La cualidad para sorprender al adversario con acciones inesperadas de corto plazo, puede considerarse como talento táctico. Pero una cosa es talento táctico y otra capacidad estratégica. Las movidas desconcertantes del presidente Ricardo Martinelli demuestran la repetición de acciones que lo colocan insistentemente en el filo de la navaja y de las cuales se libera sin importar las consecuencias y sin que se anticipe un trazado a largo plazo, estratégico.

Son recurrentes también los malabares del vicepresidente Juan Carlos Varela, quien trata de interpretar los exabruptos del mandatario. Reduce la tensión, matiza el marasmo mental de Martinelli, para que no se desfigure aún más ante el tribunal de la opinión pública, pese a la manipulación de las encuestas.

En ese accionar táctico, Martinelli pasa simultáneamente de la defensa a la ofensa. Atiza las pasiones revanchistas, como si eso constituyese la realidad presente y futura del país. Falta arte político y prevalece un culto a la desmesura. El interés estratégico de Panamá es el resultado de más de 100 años de vida republicana y se proyecta más allá de la visión de un gobernante excluyente con siete meses en el poder.

El de Martinelli es un gobierno personalista y reactivo a la crítica. Por eso actúa con arbitrariedad y despotismo. Parece convencido de que su estilo confrontativo es el adecuado. Se proyecta como diligente en el ejercicio del poder, con sus atajos y golpes de efecto. Pero lo que está a la vista es la instalación constante de nuevos conflictos sin haber resuelto los anteriores.

Está ausente un proyecto de Nación, del tipo de Estado que se quiere construir y las políticas públicas para impulsarlo. El país no puede estar inmerso en una constante crisis institucional ni en la alarmante degradación social, mediante la violación de las normas de la democracia. Agitar permanentemente el techo institucional puede acarrear efectos contrarios a los que se pretenden, con su carga de desprestigio y pérdida de credibilidad. Actualmente abundan las cualidades tácticas, pero no las estratégicas que deben ubicarse en claras proyecciones del país y de la historia nacional. Esa es la valla conceptual que separa la viveza de la inteligencia.

El cometido presidencial debe estar lejos de la promoción del dominio desenfrenado y cerca de la procuración de acuerdos básicos de Estado. La paz y la estabilidad social que el país requiere, se ahuyenta imponiendo el derecho a la arbitrariedad y la lógica irracional del enfrentamiento. Puede ser que Martinelli tenga en mente un diseño particular de país. Le asiste el derecho a poseer su propia convicción, pero no imponerla a su antojo, sin acompañarla de cautela, negociación y mesura.

El presidente de la República, como el primer ciudadano del país, está obligado a realizar gestos que permitan la recuperación de la Nación que los panameños se merecen. Ese Panamá que se ilumina a sí mismo cuando repasa lo mejor de su historia, de su tradición y de su compromiso con los principios que definen y garantizan la dignidad esencial de sus ciudadanos. Es del oficialismo desde donde debe bajarse el tono hostil, de intolerancia y aspereza y hacer esfuerzos por recomponer la paz y la unidad de los panameños.

*Periodista.d_olaciregui@hotmail.com

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