Este martes 18 de marzo se llevó a cabo el sepelio del cantante panameño de música urbana Chamaco.
El artista fue asesinado de varios impactos de bala...
El mes pasado estuve en Washington DC y aproveché un día para conocer el Cosmos Club, además de visitar el monumento del Holocausto. Hoy me referiré al Cosmos Club y guardaré el asunto judío para la próxima semana.
A pesar que muchos panameños por reciprocidad con el Club Unión pueden entrar al Cosmos Club, pocos han disfrutado de sus restaurantes, hotel, salones de reunión, biblioteca y jardines. Fundado en 1878, es un club social privado para hombres y mujeres distinguidos en la ciencia, la literatura, las artes, las profesiones científicas o el servicio público. Al ofrecer un ambiente acogedor para compartir estudios y conversaciones, allí se reúnen todas las semanas pensadores, académicos, funcionarios y empresarios para discutir temas específicos. Tuve la suerte que el día que fui presencié una sesión sobre China, un tema que está en la mente de todo el mundo.
Entendamos que los últimos veinte años transcurridos desde los ataques del 11 de septiembre de 2001, las guerras de Estados Unidos han matado a más de un millón de personas, desplazado al menos a 40 millones y costado a ese país un estimado de $8 trillones. Se podría suponer que resultados tan desastrosos y el ignominioso final de la guerra en Afganistán el año pasado conducirían a un período de reflexión y examen de conciencia. Sin embargo, no se ha llevado a cabo ninguna introspección de este tipo, al menos no una que aborde plenamente el impactante autoengaño, la omnipresente mala interpretación de los acontecimientos y el poderoso pensamiento de grupos facticos que impulsaron la guerra más larga en la historia de Estados Unidos.
En cambio, sin perder el ritmo, los expertos de Washington, dentro y fuera del gobierno, han fijado su mirada en un nuevo enemigo: China. Especialistas y expertos en defensa están escribiendo libros y haciendo conversatorios sobre cómo contener a China. No es ningún secreto que China está acelerando sus ambiciones de suplantar el liderazgo de Estados Unidos en el mundo y que podría estar planeando una invasión de Taiwán dentro de los próximos años. Una encuesta de Gallup realizada en marzo de 2021 arrojó que la proporción de estadounidenses que ven a China como su mayor enemigo se duplicó en solo un año del 22% al 45%.
Entre los asistentes al Think tank en el Cosmos Club se encontraba Elbridge Colby, autor del libro The Strategy of Denial: American Defense in an Age of Great Power Conflict, que refleja esa percepción creciente de que China es una amenaza mortal para Estados Unidos y sus aliados asiáticos. Colby consideran que Asia es la región más importante del mundo porque produce el 40% del PIB mundial. Varios estudiosos han igualmente manifestado la idea que para contener a China es necesario implementar una estrategia de entrelazar el ejército de Estados Unidos con el de sus aliados del Pacífico, como Japón, Australia, Corea del Sur, Filipinas y Taiwán. Esto obligaría a China, si invadiera Taiwán, a atacar también a estos países, lo que resultaría en una guerra mucho más amplia. La posición de Estados Unidos sería entonces más fuerte porque más países estarían luchando juntos en una coalición contra China. Aunque nadie descarta que una guerra con China por Taiwán podría conducir al uso limitado de armas nucleares.
Percibí durante el conversatorio una preocupante arrogancia ante la niebla de la guerra y la posibilidad de inteligencia errada. Muchos aún ignoran cuánto puede salir mal de un análisis incierto. Como prueba, allí están las imágenes de innumerables ataques con drones estadounidenses en Afganistán que mataron por error a decenas de civiles inocentes, entre ellos niños. En una publicación sobre más de 1,300 documentos de un archivo oculto del Pentágono, The New York Times encontró que estos bombardeos descarriados no eran una aberración, sino más bien parte de un patrón de ataques aéreos en Irak, Siria y Afganistán durante los últimos ocho años que fueron “plagados de inteligencia profundamente defectuosa, ataques apresurados e imprecisos”.
El mejor camino (de hecho, el único que evita el horror de la guerra) es aceptar que el sistema chino es diferente al de occidente y buscar un modus vivendi que no perturbe a uno ni al otro. Dada la historia reciente de guerras desastrosas y mal concebidas, deberíamos ser escépticos ante cualquier otro rumbo, especialmente ante los fuertes llamados a confrontaciones potencialmente catastróficas. En lugar de grandes estrategias, las grandes potencias necesitan desesperadamente claridad sobre la peligrosa situación en la que se encuentran y el coraje para pensar y actuar con mente fría.
Ciertamente, ver las instalaciones del Cosmos Club fue una experiencia, pero mejor la de asistir al Think tank sobre China. Sin duda, una muy buena razón para regresar a una próxima visita.