• 28/01/2024 00:00

Un anacronismo injustificable

Ninguna carretera en el mundo es negativa para el progreso permitiendo a las autoridades controlar la deforestación en las áreas protegidas, vigilar y apoyar a los residentes en la correcta explotación agropecuaria

Como ocurre cada cierto tiempo, regresa al debate público el tema de la interconexión de la carretera Panamericana en el tramo entre Panamá y Colombia.

Esta vez porque una periodista norteamericana, medio despistada, llegó hasta orillas de río Chucunaque y vio lo que parece ser un movimiento de tierra y anunció la construcción de un puente con el cual quedaría completada la carretera y se unirían por fin las Américas.

Primero la dama, como que no ha visto un mapa de Panamá e ignora que del Chucunaque a la frontera aún queda un largo trayecto y la región más escarpada y complicada del Tapón del Darién, ignora, además, que del lado colombiano también hace falta un buen trecho de carrera en el Chocó, hasta la frontera con Panamá.

Pero aparte del desconocimiento geográfico de la periodista, el tema amerita un análisis serio y actual.

La inexistencia de ese tramo que una a los dos países y complete la carretera de Alaska al Cabo de Hornos es un anacronismo injustificable que, lejos de proteger la fauna y el ambiente, es la causa principal de delitos tan deleznables como el narcotráfico, la trata de personas, el comercio ilícito de madera y especies animales, la minería ilegal, y por supuesto, la especulación y la titulación de tierras nacionales, donde interviene la corrupción de muchos funcionarios hartamente conocidos.

El argumento de la llegada de enfermedades como la brucelosis o la fiebre aftosa por causa de una carretera es algo absurdo. Tanto como sería cerrar por la misma causa puertos y aeropuertos.

La descontrolada migración que sufrimos tampoco se descontrolaría con la carretera, al contrario, ambas naciones podrían establecer mejores controles y eliminar el paso por la selva y el negocio inhumano de los coyotes.

La carretera permitirá a las autoridades controlar la deforestación de las áreas protegidas, vigilar y apoyar a los residentes a beneficiarse correctamente de la explotación agrícola y pecuaria, pudiendo comercializar la producción, permitiría llevar servicios básicos a muchas comunidades a la que hoy solo se accede por mar o aire.

Ninguna carretera en el mundo es negativa para el progreso. Ya es hora que panameños y colombianos nos pongamos los pantalones largos y construyamos ese tramo de unión del continente.

El autor es abogado
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