• 02/08/2025 00:00

Un déjà vu perverso nos hace evocar a aguiluchos como Ofelia Hooper

Desde finales de 2024, Donald Trump, presidente actual de Estados Unidos, se ha empeñado en arrebatarnos la dignidad de la victoria de una guerra bien ganada. Cuando se siente que la incertidumbre cede terreno, no hay lectura más esperanzadora que la escrita por las y los jóvenes panameños, en particular los institutores

Desde finales de 2024, Donald Trump, presidente actual de Estados Unidos, se ha empeñado en arrebatarnos la dignidad de la victoria de una guerra bien ganada. Cuando se siente que la incertidumbre cede terreno, no hay lectura más esperanzadora que la escrita por las y los jóvenes panameños, en particular los institutores, esos que conformaron la primera Federación Nacional de Estudiantes (1922), esos que usaban la pluma y la oratoria para expresar su malestar y esos que caminaron hacia la Zona del Canal un 9 de enero de 1964 en busca de soberanía.

En los hechos mencionados siempre hubo participación de las estudiantes femeninas, en menor grado con respecto a los hombres, pero siempre hubo una representación progresista, valiente, como esta en forma de versos libres.

“No debemos callar.

El silencio es complicidad, y mientras haya heridas en la raza, en el corazón de sus hijos debe haber anhelos y en sus labios palabras que hablen de reivindicación.

No debemos callar. El silencio en estas circunstancias equivale al suicidio y la palabra se impone para llevar a las conciencias el germen de la acción.

El yanki hiere con su oro y las heridas causadas por el hierro, en tiempos anteriores, no produjeron tantos estragos en la raza latina como los que ahora se le infieren sin que parezca sentirlas.

La raza anestesiada hoy se deja desgarrar y mañana cuando despierte mutilada su dolor será terrible.

Despertémosla, que aún es tiempo, y emprendamos sin demora su reivindicación comenzando por hacernos dignos de esta empresa”.

No debemos callar, texto poético escrito por Ofelia Hooper (1900-1981) y publicado en la revista del Instituto Nacional, llamada Preludios (octubre, 1926), cuando era una estudiante aguilucha, resuena poderoso, doliente y vigente. Ese poema es un déjà vu perverso, que nos arrastra al presente.

En ese momento, Ofelia mostraba señales de la mujer que iba a ser: poeta, escritora, investigadora y activista. Con una vena social que la llamó desde temprana edad a reflexionar sobre la comprometida soberanía de su país y a estudiar el por qué de la incesante situación de escasez y precariedad que se vivía en los poblados rurales de las provincias, ajenas a la capital.

Volviendo a la mencionada edición de Preludios, las 17 páginas redactadas por estudiantes aguiluchos, en su mayoría hombres, abordaba la conmemoración del día de la raza (12 de octubre), la necesidad de que Panamá desarrollara una industria que le otorgara independencia y un latente malestar sobre usar el dólar como moneda nacional, así como extranjerismos anglosajones. Una reacción que correspondía a las negociaciones entre Estados Unidos y Panamá, para esa década, como fue el caso del Tratado Alfaro-Kellogg firmado en julio de 1926 en Washington y que luego fue rechazado por la Asamblea Nacional de Panamá.

El lenguaje de los textos de Preludios era honesto, irreverente y mordaz, no apto para políticos sensibles. En cuanto a la calidad de los textos, ningún otro mostró el talento de la pluma en ciernes de la estudiante interiorana.

De esa vida entregada a aplicar la sociología y el cooperativismo como fórmula para accionar un cambio social nos cuenta Yolanda Marco en “Pioneras de la ciencia en Panamá” (2022) sobre la poco conocida científica social Ofelia Hooper.

*La autora es periodista y escritora
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