• 19/11/2010 01:00

Viajeros presidenciales

Un tema que despierta el interés de todos son los viajes que hacen nuestros mandatarios. Una cuestión que no se ve con buenos ojos en va...

Un tema que despierta el interés de todos son los viajes que hacen nuestros mandatarios. Una cuestión que no se ve con buenos ojos en varios países de Sur y Centroamérica. Un mismo tema, con las mismas preguntas sin respuestas.

En Argentina —como da a conocer aeronoticias.com.pe— se quiere conocer el costo que tiene para los contribuyentes que la presidenta Cristina Fernández use el Air Bus A—340 de la Aerolínea Argentina y no el avión presidencial que Carlos Menem adquirió por un valor de $50 millones. Con datos como este nos preguntamos: ¿dónde dejan nuestros mandatarios el pudor ético?

En nuestro país el tema toma relevancia mediática particularmente en campaña electoral. Pero mientras llega ese momento, las críticas de los opositores de turno no cesan. Martín Torrijos en el año 2001 aseguró que los de Mireya Moscoso no resultaban, porque la inversión extranjera —necesaria en ese momento para atacar la desaceleración— no se montaba en la aeronave con ella.

Un Torrijos ya con banda presidencial, sí pudo hacer la diferencia: viajó 89 veces —no en vano se ganó el apodo ‘el muñeco que pasea’—. Antes que él, Guillermo Endara lo hizo 23 veces, Ernesto Pérez Balladares dejaba el palacio de las Garzas y una marca de 49 viajes —los más criticados—. Mireya Moscoso, programó 40 salidas —nueve menos que las de Pérez Balladares—, pero con propósitos que motivaron reprobación y hasta la hilaridad por lo ridículo de sus justificaciones.

Volviendo a Torrijos, recordamos que salió a la palestra pública para dejar claro que; ‘sus viajes serían solamente de trabajo’, declaración que al final no resultó ser del todo cierta, tal como los medios lo reportaron en más de una ocasión.

Bien dicen que el pez muere por la boca. El presidente Ricardo Martinelli acusó a Torrijos de usar el avión para ‘parrandear y pachanguear’ a costilla de nuestra plata, pasarse de viaje en viaje y no atender los asuntos del país. Desde la oposición criticó la intención de comprar una nueva aeronave. ‘Yo no tengo ninguna intención de comprar un avión para usarlo, porque yo no necesito esas babosadas’, afirmó categóricamente. Y fue más lejos cuando en campaña electoral puso a disposición de su gobierno el avión personal.

El discurso a la hora del quiubo desafinó. Se puso en remate el viejo avión y se tramitó la compra de uno de lujo —valorado en $22 millones— y cuyo nombre quedó reducido a Legacy —que traduzco como el legado de una deuda que pagaremos todos con nuestra plata—.

Compiten por la marca más grande en millas acumuladas, Torrijos y Martinelli. Mientras el último suma 25 con dos cancelaciones en su primer año de gobierno; el último para el mismo período realizó 27.

Los viajes presidenciales deben enseriarse y un primer paso es que se formalice una política de Estado al respecto. Demandar de los partidos políticos propuestas de gobierno encaminadas a dar a la Nación prestigio y seriedad en los periplos internacionales y que incorporen la rendición de cuenta en términos de develar la inversión que proponen hacer para de este modo separar este tema de la propaganda. Este camino evitará en el futuro a los cínicos que creen que pueden engatusarnos con sus discursos improvisados de campaña electoral.

*PERIODISTA.

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