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- 18/02/2019 01:03
Ofertas destructivas para el siglo XXI
Los que leen esta columna con regularidad saben que no creo que los candidatos a puesto de elección trabajarán por hacer cambios estructurales profundos y significativos que corrijan el malogrado rumbo que llevamos. En ese marco, tampoco veo la necesidad de opinar sobre una contienda electorera que promete muy poco. Algo que no he dejado claro es que: votar por un candidato de libre postulación en otros puestos (alcaldías, diputaciones, representantes de corregimiento, etc.) no es garantía de un cambio en la manera de administrar los asuntos de la ciudadanía. Si revisan bien las ofertas, más de cuatro (conocidos y desconocidos) llaman poderosamente la atención.
Para las elecciones de 2009 hice algunas sugerencias en una entrega titulada ‘Cinco buenas o descabelladas propuestas' y para el 2014 las reafirmé con algunas mejoras. Nuevamente las señalo brevemente, porque, a pesar de que han pasado diez años, igual validez tienen. En esencia proponía que postuláramos y eligiéramos humanistas. Ciudadanos ‘… que respeten la condición humana de los más necesitados. Que resistan la práctica de prometer todo y mentir. Los que se cambian de bando porque no fueron elegidos en otro. Candidatos que muestren una preocupación genuina por el desarrollo cultural de la población. Candidatos que se comprometan a invertir en cultura, las artes y en una educación integral científica, renovadora y humanista para este siglo prometedor. Necesitamos candidatos que se comprometan a descalificar el modelo político actual, que sean sinceros y humanistas. (...)'.
Mucho hemos aprendido desde que formulé esas propuestas. Ha quedado expuesta la miserable condición humana de algunos de los elegidos popularmente y que han tenido acceso al manejo de dineros del erario. Las fallas del sistema democrático, en donde todo ciudadano tiene derecho a elegir y ser elegido, nos ha dejado en manos de lo más infame de la ciudadanía. Y los partidos políticos, de igual manera, han ido perdiendo enfoque en sus objetivos.
De las ‘propuestas descabelladas' que expuse, proponía que ‘los partidos políticos se tomen el tiempo y muestren interés en educar, tanto política como intelectualmente, a todos sus candidatos a puesto de elección. No tiene nada de malo invertir en educación política y mucho menos en educación cultural y social. Esta propuesta tiene el potencial de disminuir –sino acabar– con el triste espectáculo que vivimos durante cada periodo de sesiones legislativas. Creo interesante llevar a cabo talleres (…) en donde, con un plan de capacitación bien diseñado y estructurado, profesionales nacionales puedan facilitar estas sesiones de capacitación para el mejoramiento intelectual de la clase política'. Después de tantos años, y ante la realidad que vemos a diario, descabellada sigue siendo esa propuesta.
Recomiendo nuevamente el libro de Yuval Noah Harari, ‘21 lecciones para el siglo XXI', tomando en cuenta que no somos una isla y que le toca al país pensar en su papel en el escenario mundial y prepararse para ello.
Noah Harari nos dice que: ‘No solo la racionalidad, sino también la individualidad es un mito. Los seres humanos rara vez piensan por sí mismos. Más bien, pensamos en grupos'. Eso ha sido cierto a través de los tiempos para alcanzar los grandes logros de la humanidad que han mejorado y garantizado condiciones de supervivencia: desarrollo e investigación científica, desarrollo social, evolución cultura, etc. Pero Harari también nos advierte que: ‘Nunca debemos subestimar la estupidez humana. "Tanto a nivel personal como colectivo, los humanos son propensos a participar en actividades autodestructivas'. Allí parece que estamos en estos momentos. Aquí la autodestrucción está superando la capacidad de supervivir positivamente como colectivo humano.
Si todos estamos de acuerdo en que la corrupción es nuestro mayor desafío, entonces a todos nos toca trabajar para desmantelarla. Eso se hace desde todas las esquinas del escenario nacional. Pero el bienestar común está en juego con tantas divisiones y decir que ‘gobernaré para todos' no es suficiente. De eso se aprovechan los malandrines para seguir desmantelando los sistemas y ponerlos a disposición de sus intereses individuales.
Nuevamente, que los ciudadanos nos atrevámonos a elegir hombres y mujeres que ven como primordial no solo su desarrollo económico de la Nación, sino también, su desarrollo social, cultural y visión de futuro. Con eso podremos comenzar a recuperar el terreno para forjar mejores condiciones y atender los retos que el país debe afrontar en este siglo XXI.
COMUNICADOR SOCIAL.