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En La Chorrera, el circuito 13-4 eligió a la diputada Patsy Lee Rentería. Han pasado trece meses desde que asumió el cargo y lo único que se ha visto es un desfile constante de visitas a instituciones, selfis, discursos reciclados y diagnósticos que todo el mundo ya conoce. Según ella, eso es “fiscalizar”. Pero si repetir lo que cualquier ciudadano se queja en la fila de un cajero es fiscalizar, entonces medio pueblo debería estar cobrando un salario en la Asamblea. Lo cierto es que su expediente legislativo está prácticamente vacío, sin proyectos de ley de peso y sin propuestas concretas que demuestren que su paso por el hemiciclo tiene algún valor real.
Lo más curioso es que se vende como “independiente”. Independiente, claro... pero electa por un partido político. Independiente, dice, cuando nunca tuvo que recoger firmas ni pasar el viacrucis de los verdaderos candidatos independientes. Esa incoherencia es tan evidente que raya en burla, como si creyera que en La Chorrera nadie nota las contradicciones de su discurso.
Y para coronar el espectáculo, su suplente aparece nombrado como asistente técnico parlamentario, cobrando del erario público, a pesar de que la Corte Suprema ya prohibió expresamente que los suplentes reciban salarios de la Asamblea. ¿Cómo explica la diputada este detalle tan conveniente? ¿O será que la transparencia es solo un eslogan que luce bien en entrevistas, pero no se aplica en la práctica?
Al final, lo que tenemos es a una diputada que actúa más como comentarista de problemas que como legisladora. Su rol no es andar de oficina en oficina repitiendo lo obvio, sino proponer leyes, fiscalizar de verdad y dar soluciones concretas. Para señalar lo que todos sabemos están las redes sociales, los programas de radio y hasta los chats de WhatsApp. Un diputado, en cambio, debería estar produciendo resultados.
La comunidad de La Chorrera no necesita más discursos bonitos ni promesas vacías. Lo que exige la ciudadanía son acciones concretas que se traduzcan en mejoras tangibles para la gente común. Basta recorrer las calles del distrito para ver que los problemas de transporte, basura, seguridad y desempleo siguen intactos. ¿De qué sirve entonces tanta visita institucional y tanto discurso si nada de eso se convierte en leyes o gestiones que resuelvan?
El Parlamento no es una pasarela de figuras políticas que solo buscan aparecer en medios, sino un espacio donde se construyen normas que deben regir la vida del país. Trece meses en el cargo deberían bastar para que cualquier diputado presente, al menos, un paquete de iniciativas sólidas. Pero aquí vemos lo contrario: un vacío legislativo preocupante que solo confirma que la diputada Lee Rentería está más interesada en la propaganda personal que en el verdadero trabajo parlamentario.
Muchos en La Chorrera se preguntan: ¿dónde están los proyectos de ley sobre empleo juvenil, sobre el alto costo de la vida o sobre la inseguridad que afecta a los barrios? Nadie los ve, porque simplemente no existen. Lo que sí existe es una estrategia comunicacional enfocada en aparentar una labor que en los hechos no se concreta. Y mientras tanto, el pueblo sigue esperando soluciones.
El tema del suplente nombrado como asistente técnico parlamentario es otra mancha en su expediente. Es un acto que contradice de manera abierta los fallos de la Corte Suprema. Y aquí no se trata de un tecnicismo legal, sino de un principio ético: no se puede hablar de transparencia mientras se acomoda al suplente con salario del Estado. Eso se llama aprovecharse de la confianza del electorado y del dinero público.
En resumen, lo que se espera de un diputado no es que actúe como un comentarista de redes sociales, sino como un legislador con visión y compromiso. La política local no puede seguir siendo un espectáculo de apariencias, porque la gente está cansada de promesas sin resultados. Zapatero a tus zapatos, diputada: menos discursos vacíos, menos privilegios disfrazados y más resultados concretos. Porque la paciencia del pueblo tiene límites, y cada día que pasa sin ver cambios, aumenta el desencanto con una clase política que parece más interesada en la fama que en servir a la nación.