• 13/02/2022 00:00

Los zapatos de Putin (1)

“Las cavilaciones de Putin deben tomar en cuenta el juego de los minutos de respuesta: quien acorta el tiempo se asegura de evitar la represalia”

1- La responsabilidad de proteger la propia historia

No crea el lector que quiero referirme al calzado que lleva el gobernante y estadista ruso, sino que deseo referirme a las vivencias y responsabilidades que su cargo le imponen. Fundamental es que comprendamos que ese cargo le asigna una responsabilidad trascendental para la supervivencia de la humanidad en su conjunto y también en particular para la salvaguarda del patrimonio material y el legado histórico de los pueblos que conforman el Estado ruso.

Para comprender a Rusia es necesario conocer el tránsito de esa nación por su historia desde la Rus de Kiev hasta el Estado novo-ruso refundado, que trasladó su centro más al norte hacia un anillo dorado de ciudades que tuvo su centro en Moscú. Aquella Rusia incipiente tuvo que batallar hasta emanciparse del yugo de los imperios tártaro- mongoles que alguna vez dominaron todo el espacio euroasiático. Dos sueños marcaron la construcción de la geopolítica rusa: crecer hacia el oriente y asomarse al balcón de occidente, para asomarse al mar Báltico, que significaba esa ventana, Pedro el Grande logró frenar la expansión sueca en suelo ruso, asegurando la perdurabilidad de esa nueva posición mediante la fundación de San Petersburgo, tratando de asimilar el urbanismo parisiense y las costumbres de aquella lejana y prestigiosa ciudad. Una vez en el Báltico, exigió con justeza que a Rusia se le tomara en cuenta en la construcción de la armonía, cultura y estabilidad común europea. Cosa natural que aún se impone en el presente.

Una vez asomada a Europa, Rusia no ha dejado de ejercer su vocación a construir una casa común; ello se expresa en el hecho de que sus ejércitos no han depredado en suelo europeo, como ejemplo de ello se cita que el zar Alejandro I, cuando entró a París a la cabeza de la coalición vencedora de Napoleón, dio instrucciones de que se respetara el patrimonio artístico, cultural y edilicio de aquella admirada ciudad.

La expansión rusa hacia el oriente fue marcada por la característica de no constituir colonias ni por el exterminio de poblaciones nativas, sino por la incorporación de los territorios ocupados como parte asimilada al Imperio con sus particularidades étnicas y nacionales, mediante vasallaje que tomaba en consideración a los gobernantes de los kanatos locales. Todo ello la diferenciaba de la colonización europea en África y Asia que expoliaban sin equiparación de derechos, o la de los Estados Unidos, que exterminaba a las tribus indígenas.

Como puede entenderse, tal particularidad de construir una primacía diferenciada del coloniaje depredador es un rasgo político cultural que refuerza la responsabilidad de Putin para salvar el patrimonio histórico multicultural de su pueblo y que ese mismo esfuerzo proteja al conjunto de la humanidad de una guerra fatal.

Los planteamientos de Putin responden a la lógica surgida durante la mitad de la Guerra Fría y como consecuencia de la crisis de los misiles. Esa lógica aceptaba que solo la paridad nuclear protegería al mundo de una hecatombe final de causa nuclear.

Nadie puede decir que la otra parte debe desaparecer, en esa lógica no hay naciones buenas ni malas, solo opiniones desencontradas que tienen el deber de darle un respiro a la humanidad. Toda la fuerza enfrentada en condiciones disparejas niega al otro el derecho a la existencia. He ahí el problema: Estados Unidos considera que una maniobra de astucia sobre el tablero de ajedrez le es permitida por razones de su excepcionalidad como nación protegida por un parcializado y monopolizado dios bíblico.

Imagínese el lector un tablero de ajedrez en el que todos los peones del oponente se convierten en damas sangrientas partiendo de un minúsculo país vecino, armados aviesamente por un manejador a la distancia que es los Estados Unidos.

Las cavilaciones de Putin deben tomar en cuenta el juego de los minutos de respuesta: quien acorta el tiempo se asegura de evitar la represalia. De qué serviría bombardear al punto de disparo y no al centro motor de la orden. Por eso la contramedida debe exponer a la vista del pueblo estadounidense el problema de que la respuesta debe alcanzar al que da la orden y no al que tira la piedra. Decimos que visibilizar el peligro es necesario, ya que nadie ignora que los submarinos nucleares de Rusia podrían estar merodeando cerca de los Estados Unidos, pero el que no ve el peligro podrá atreverse a ignorarlo; por eso la respuesta rusa podría tomar en cuenta la necesidad de exponer el peligro mediante bases a la vista.

Bases misilísticas situadas en Cuba, Nicaragua o Venezuela equipararían la respuesta ahora dispareja; se sabe que es reconocida la omnipresencia de los submarinos rusos en donde sea necesario, no obstante, las bases envían una señal visible a quien tenga que tomar las decisiones.

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