El presidente José Raúl Mulino reiteró la mañana de este jueves 19 de junio en su conferencia matutina que no sancionará una reforma a la Ley No. 462

Durante años, la basura ha sido el espejo más empañado del fracaso institucional en Panamá. En calles, aceras y esquinas de la ciudad, los desechos se acumulan como muestra de una gestión pública indiferente, de un sistema colapsado y de una ciudadanía que, resignada o cómplice, ha normalizado el deterioro. Ayer, el Gobierno nacional anunció una licitación pública para resolver uno de los problemas más evidentes, urgentes y vergonzosos del país. Licitar no es solucionar: es apenas el primer paso de una tarea gigantesca. Lo que Panamá necesita no es solo una nueva empresa recolectora, sino una transformación completa del sistema de gestión de residuos. El manejo inadecuado de los desechos agrava las inundaciones en la capital, contamina ríos, favorece la proliferación de plagas y pone en riesgo la salud pública. En un país que se jacta de ser puente del mundo y corazón del universo, resulta inadmisible que luzca con “pataconcitos” improvisados y cúmulos de desechos en las afueras de los edificios, casas y urbanizaciones. Sin fiscalización seria, sin educación ciudadana, sin planificación urbana, cualquier contrato será solo maquillaje sobre un basurero.