El alcalde colonense denunció que una mayoría del Consejo municipal echó abajo estructuras de desarrollo humano
La crisis de acumulación de basura en San Miguelito no es una sorpresa: es una consecuencia anunciada. Y más grave aún, es la evidencia de un sistema de recolección que ha fracasado repetidamente ante los ojos de todos. Mientras los residuos se amontonan, lo que realmente se acumula es la negligencia. Ninguna empresa debería mantener un contrato público si no puede cumplir con la tarea más básica: recoger la basura. Sin embargo, aquí estamos, entrando al último mes del año, con puntos críticos que se multiplican y con un distrito obligado una vez más a operar en modo de crisis. El problema es más profundo que un mal operador. San Miguelito ha quedado atrapado en un modelo que depende de licitaciones que no motivan la competencia, de fiscalizaciones débiles y de contratos que parecen blindar más a las empresas que a los ciudadanos que pagan por un servicio digno. La basura expone lo que muchos prefieren ignorar: cuando fallan la supervisión, la voluntad y la exigencia, el resultado cae sobre la gente. Sobre sus calles, sus pulmones, su salud. San Miguelito no necesita planes de emergencia cada pocos meses; necesita una estructura que funcione, operadores que respondan y autoridades que hagan valer cada cláusula de cada contrato. La recolección de desechos no es un favor. Es un deber. Y su incumplimiento, como lo que vemos hoy, es inaceptable.