La violencia política vuelve a lanzar su sombra sobre Colombia. El atentado contra el precandidato presidencial, Miguel Uribe Turbay, recuerda los peores episodios del hermano país. Su madre, Diana Turbay, fue una periodista secuestrada en la época de Pablo Escobar Gaviria y asesinada durante un intento de rescate. Ahora su hijo lucha por su vida en un hospital tras recibir un disparo en la cabeza de manos de un sicario de 15 años. El incidente está siendo usado por la derecha colombiana como síntoma de la división en el país, acusando al presidente Gustavo Petro por su discurso crítico. Petro, por su parte, promete encontrar a los responsables, empezando por los encargados de la seguridad del candidato designados por su propio gobierno. Panamá no tiene la misma historia de Colombia, pero no somos ajenos a la violencia política. Desde la ejecución de Victoriano Lorenzo, pasando por el magnicidio de José Remón Cantera, hasta las imágenes de Billy Ford cubierto en la sangre de su guardaespaldas que recorrieron el mundo, no faltan episodios oscuros en nuestra historia patria. Ahora, nuestro país se encuentra dividido por manifestaciones de carácter social. Turistas y miembros de la Fuerza Pública son privados de su libertad, manifestantes corren ensangrentados tras enfrentarse a los antimotines e infiltrados vandalizan y generan violencia en las calles del país. La paz social es un frágil tesoro. Panamá está al borde de un peligroso abismo. Veamos en el atentado de Colombia una advertencia sobre el fracaso del diálogo, resolvamos nuestras diferencias sin derramar sangre panameña.

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