Cuando se promueve a Panamá como destino turístico, todas las campañas se orientan a la promoción de las cosas buenas que ofrece nuestro país al visitante. Claro, es lo que siempre se busca venderle al visitante: un Panamá en crecimiento, con muchas cosas para que el turista quede seducido por la belleza y exuberancia de nuestras tierras. Promocionar el Panamá bonito es lo correcto; pero esto debe ser acompañado por algunas acciones importantes. Y lamentablemente, en el caso del Casco Antiguo, no es así. El Panamá colonial, el de las calles estrechas, el que está cerca al mar, el que contiene la historia de la consolidación de las Américas a través del Congreso Anfictiónico, el que está cerca de la casa presidencial, tiene algunos sectores muy poco edificantes.

Ponemos como ejemplo los estacionamientos a un costado del Teatro Nacional, donde se ubica un mirador que permite apreciar en toda su extensión la Avenida Balboa y la Cinta Costera Tres; el sitio luce descuidado, lúgubre y hasta desprotegido. En un sitio donde antes había una cancha de baloncesto, y luego se estableció un parque de estacionamientos, hoy luce abandonado, desprovisto de mantenimiento y lo peor, ofreciendo una pésima imagen al visitante, local o extranjero.

¿De qué nos sirve gastar 250 mil dólares en promoción de nuestro país, o enfocar esfuerzos en actividades feriales, congresos internacionales y celebración de eventos deportivos, si la cara que le mostramos al turista es tan precaria?

En tiempos de necesario relanzamiento de la imagen panameña, darle una manito al Casco Antiguo no es un gasto, sino una inversión.

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