Mientras los políticos tienen sus ojos puestos en el 2019, la sociedad está a la espera de cuál es el rumbo que hay que tomar más allá de ese año. Es la desconexión total que hay entre los políticos y la sociedad, por ello se valen de cuanta artimaña para seguir este juego infame que solo da réditos a los que están en el poder. Lo cierto es que más allá de los políticos, el país tiene que trazar un camino por los próximos cincuenta o cien años, estableciendo paradas lógicas en ese transitar. Muchos hablan de que necesitamos un país educado, pero no se quejan de los millones que gastamos en subsidios para mantener esa misma población cautiva y sin aspiraciones. Será un bolsón de personas que el único avance que tendrán es pasar de pobres extremos a pobres. Pero la sociedad se debe a su dirigencia y no necesariamente de los partidos políticos. Los líderes son líderes, no importa la agrupación a la que pertenezcan. El problema es cuántos están dispuestos a encarrilar su liderazgo para enfocarlo en la conducción del país. Es obvio que nuestro modelo económico, político, social y cultural no da para más y seguiremos transitando en círculos, mientras no definamos el rumbo. Ojalá este llamado de atención nos levante el ánimo y salgan esas mentes brillantes a diseñar el país ideal y trazarnos la ruta para lograr que se materialice. El año 2030 está a corta distancia, pero puede ser una buena parada, por ejemplo, para que se enmarque como la fecha en que Panamá salta al grado de desarrollo. No es difícil, solo depende de nosotros poner de nuestra parte y alcanzar esa grandiosa meta.

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