• 23/11/2017 01:00

La vorágine de la corrupción

Tenemos que sentarnos y diseñar ese país que anhelamos.

A lo largo de los últimos quinquenios, la dinámica es que cada presidente sale del cargo con una estela de corrupción más grande que su antecesor. Este es un verdadero problema, porque significa que como sociedad no hemos diseñado un proyecto de país para el desarrollo y preferimos que cada presidente que llega al poder persiga al anterior y luego queda él o ella en las garras de la corrupción y listo para ser perseguido por sus actos corruptos. El sistema actual es proclive a la corrupción, porque el Legislativo no es un órgano independiente y mucho menos lo es el Judicial. Lo primero que debemos hacer es fomentar los mecanismos para que tanto la Asamblea como el Judicial sean órganos verdaderamente funcionales y sirvan de contrapeso al Ejecutivo. ¿De qué sirve que se llegue a la corrupción y luego los culpables sean castigados? No importa lo bueno que sea el ejemplo, porque lo verdaderamente importante es que no se cometa la corrupción y que quien ocupe el solio presidencial no se vea sometido a estas tentaciones. Debemos diseñar un proyecto país que nos blinde de los corruptos, de manera que este esquema del juegavivo no tenga cabida. No se trata de condenar al que cometió el acto corrupto; de lo que se trata es de evitar el acto. Mientras tengamos el actual sistema, los actos de corrupción seguirán siendo la norma y no importa cuán honesto sea el presidente, el sistema siempre lo llevará a la vorágine de la corrupción. Tenemos que sentarnos y diseñar ese país que anhelamos.

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