Decenas de famosos alabaron este lunes el estilo de los dandis negros y lucieron conjuntos de sastrería extravagantes en su honor en el preludio de la...
- 27/08/2022 12:50
Orval y Nonui: la intrepidez de una escritora
Consolidada la independencia de la América española con la victoria de Ayacucho (1824), las jóvenes repúblicas latinoamericanas se abren no solo a nuevas relaciones mercantiles sino también a las tendencias culturales de la época que, en el campo literario, significa el romanticismo que explicaría el éxito de novelas como “La española misteriosa y el ilustre aventurero, o sean, Orval y Nonui” (1833) entre las élites sudamericanas.
Para la investigadora Establier (2015) la obra escrita por Casilda Cañas de Cervantes y publicada por la imprenta de León Amarita en Madrid, “[…] tiene más de arenga patriótica o de discurso politizado que de novela histórica propiamente dicha”. El libro se compone de diez cantos en una “[…] narración ambientada en la Guerra de la Independencia y protagonizada por unos amantes absolutamente desrealizados, Orval y Nonui (bajo cuyos anagramas descansan el Valor y la Unión), que unen sus fuerzas a través del santo matrimonio para sostener e impulsar a los bravos soldados españoles descendientes de Pelayo en su lucha contra el invasor francés”.
El texto de Cañas apunta al rescate de los “auténticos” valores españoles a través de la defensa acérrima de lo que hoy se denominaría “nacionalidad”. Quizás es el tono épico, ambientado en un contexto de lucha por la libertad como lo fue la guerra contra José Bonaparte y Napoleón, lo que le grajeó la simpatía de los lectores latinoamericanos que habían protagonizado sus propias historias de rebeldía, redención e independencia hacía pocos años atrás; un anhelo de autonomía que seguía presente debido al caudillismo que se había instalado en varias naciones sudamericanas y que había detonado en guerras entre pueblos -hermanos- que antaño habían combatido unidos bajo los mismos ideales y banderas reivindicativas.
Resulta interesante preguntarse cómo el libro de Cañas -una de las cuatro obras producidas por mujeres en el primer tercio del siglo XIX español- llega a los estantes de las capitales sudamericanas en un período en el que, como consecuencia de la guerra de independencia, las redes comerciales y de comunicación con La Coruña y Sevilla -tal como se conocían antes de 1808- habían desaparecido o estaban en franca decadencia. La librería madrileña Tejeda venía apoyando desde 1821, cuando publicó la ‘Matilde’ de Madame Cottin, los trabajos literarios producidos por damas. Lo escrito por Cañas no les era desconocido y ofreció -por un porcentaje- la canalización de los textos impresos hacia ultramar y Filipinas. Asimismo, si se hiciese necesaria una nueva edición en imprentas en el extranjero se dejaba a Tejeda la negociación de precios con los libreros locales. Así, para el caso de Lima, obtuvieron permiso de reimpresión las librerías de Sarria, López, Ochoa, Pérez de Gordezuela, Morales (establecida en 1621) y Perales (Lohman, 2000; Rueda, 2014). En este trasiego comercial los mercaderes panameños jugaron un papel clave con ganancias de hasta 5% sobre el valor de la carga para transportar los fardos de libros hasta El Callao (Rueda, 2014).
Cañas es la excepción a la tendencia imperante en Madrid de ese momento ya que “[…] las novelistas españolas de finales del XVIII y principios del XIX prefirieron por lo general la práctica de la traducción –habitualmente de textos escritos por mujeres, de marcado carácter pedagógico-moral y del ámbito francés, fueran obras originales del país vecino o no– a la creación propia” (Establier, 2015). Si bien para los puristas el libro de Cañas tiene los rasgos de un “panfleto ideológico disfrazado de narración histórica”, no quita que ella representó la novedad que significaba el acercamiento femenino al género novelístico, tenía un afán fabulador sin miedo al rechazo de los críticos y era consciente de la reticencia con la que solían acoger las obras firmadas por mujeres. En ese sentido, Cañas fue intrépida y pionera porque sabía que se exponía a ser objeto del anatema literario o de la ridiculización social en una España fernandina impregnada aún, en cuestión de mujeres y literatura, de discriminación (Fernández, 2001).
Perspectivas insospechadas se han abierto con los recientes estudios impulsados desde el Perú, México y Argentina acerca de los libreros del período virreinal pre-emancipatorio e inmediatamente después de la independencia. Como afirma Lohman (2000) acerca de las bibliotecas privadas y de las librerías de ese momento de la historia, éstas brindan indicios que permiten medir “si la difusión de la cultura se dio en todos los niveles y la índole de las influencias del Viejo Mundo, en las ideas políticas, los conceptos estéticos, las lecturas preferidas, los conocimientos científicos y el pensamiento filosófico”. Se aguarda con impaciencia los resultados de esas nuevas investigaciones sobre esta fascinante porción de la cultura latinoamericana.