Ni falta hace que existan las brujas para atarlas en la hoguera. Vivimos una etapa histórica de perfecciones en el arte de esparcir rumores que aplastan la verdad y despellejan la honorabilidad mientras las almas malditas suben a la cima, allá se aferran y contaminan la atmósfera.

A los palacios presidenciales llegan convictos, sospechosos, imputados, mentirosos y desde allá nos instruyen respecto al mundo “del deber ser”. Ellos, sí, ellos dictan los parámetros para identificar a las hechiceras. Ladrones sentenciados diciendo quiénes roban; déspotas, mandones y tiranos, en bruto o pulidos, exponiendo cómo es un Estado de Derecho y señalando quiénes lo violan; templos idólatras del consumo calificando y certificando el combate al narcotráfico. ¡Un burro hablando de orejas largas! “Líderes” indolentes con el genocidio custodiando los valores democráticos, la moral, las buenas costumbres y la paz; medidas coercitivas e ilegales disfrazadas de “sanciones económicas” que matan con la eficacia de una guerra; acróbatas de las leyes, de la presunción de inocencia y el debido proceso, sin pruebas lanzan misiles sobre pequeñas lanchas que supuestamente transportan al diablo. La DEA escribió pocos años atrás que el 80% de la droga que entra a EEUU lo hace por el Pacífico y por la frontera con México; que por el Atlántico el 20%. Pero a la bruja buscan en el Caribe.

Muchos males azotan a la humanidad. Entre ellos, división social intencional, miedos infundados, desconfianza sembrada, odios irracionales, peligro matizado y mentiras coaguladas. ¡Son los culpables de esparcir estas plagas los que en este mundo están “habilitados” para señalar quiénes son brujas! ¡Ellos dan el silvatazo para iniciar la cacería! Reconocerlo es triste; vivirlo es fuerte. Nuestras sociedades muestran un alarmante déficit en materia de identificación de las fuentes reales de las enfermedades socio-políticas que nos acechan como virus tramperos. Lo peor es que los discursos de nuestros líderes de hoy barruntan tempestades en este campo. El multilateralismo agoniza, el entendimiento civilizado sucumbe ante la intimidación, la libertad camina atemorizada y la fuerza privilegia la actuación democrática.

Por alguna razón “el mundo está al revés”, diría el otro, pero no puede negarse que los pueblos han acumulado muchas promesas venideras de todos los sectores habidos y por haber que le generan en su cerebro una telaraña de circuitos donde razonar se ha vuelto un intruso peligroso, acariciando así discursos populistas que, energizados por las redes sociales, lo conducen a elegir en libertad a sus verdugos. Pero así mismo, esos pueblos, hartos porque no ven el chenchen, el día de mañana se inclinarán por otro falso mesías. ¿Hasta cuándo? Es tiempo ya de ubicar con precisión a las brujas reales para que se consoliden las esperanzas populares en ejecuciones ejemplares. Entre varios se disputarán el liderazgo para dar este salto, su receta no consta por escrito y no es un esfuerzo individual sino de un equipo fogoso, activo permanentemente, dispuesto, armado con las técnicas modernas de comunicación, comprometido, entregado a las causas populares, casado con la soberanía, respetuoso de la iniciativa privada, pero debidamente regulada y humanizada. En Panamá las brujas están en: ¿los sindicatos? ¿El magisterio? ¿Los Partidos derrotados en las elecciones? ¿En el IFARHU, BDA o BHN? ¿La Asamblea? ¿El Palacio de las Garzas? ¿Son graduados o aprendices de brujo? “No creo en las brujas; pero de que las hay, las hay”.

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